Vivimos días extraños en los que parecen ausentes quienes tienen la obligación de garantizar que se respeten las leyes. Frente a la violencia desatada en diferentes capitales por grupos de energúmenos que atacan a la policía, levantan barricadas y saquean comercios con el pretexto de la supuesta falta de libertad de expresión, la actitud del Gobierno resulta decepcionante.
Por muy socios suyos que sean en el Ejecutivo, Pedro Sánchez no puede dejar que el caos se desarrolle en la dirección que señalan algunos dirigentes de Podemos. La posición del vicepresidente Pablo Iglesias es insostenible. Ni se puede dejar sin condena la violencia ni es de recibo alentar -como lo ha hecho el diputado Pablo Echenique, portavoz parlamentario de Podemos- a quienes noche tras noche se dan cita para atacar a la policía y alterar el orden público quemando contenedores y destrozando escaparates.
Cuando nuestra sociedad encuentre el momento y se tome el trabajo de pensar, los demagogos que están desestabilizando la convivencia desaparecerán. Pero aplazar ese momento está colocando a nuestro país en una posición muy débil ante la profunda crisis económica que es uno de los efectos colaterales de la pandemia.
Ya tenemos decenas de miles de empresas cerradas y cuando a finales del mes de mayo decaigan los ERTES alcanzaremos los cinco millones de parados. Hay muchas dudas acerca de que la ayuda europea pueda resolver la situación. Ante semejante escenario lo peor que nos puede pasar es que la polarización de la vida política agrave aún más la situación.
Tengo para mí que el: “¡Basta ya¡” lanzado por el presidente del Foment del Treball, la patronal de los empresarios catalanes, ante la pasividad de las autoridades políticas a raíz de las sucesivas algaradas resume el fastidio del grueso de la sociedad española ante un estado de cosas que de ninguna de las maneras puede continuar.
Convendría que el presidente del Gobierno fuera tomando nota del hartazgo del personal que está agobiado por los efectos de la pandemia pero no ataca a los policías, sigue pagando impuestos y quiere vivir en paz.
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