Los de Carlos Puigdemont ponen sobre la mesa el "52 %", que son las cuentas del Gran Capitán sobre la supuesta mayoría independentista (se contabilizan los restos de partidos extraparlamentarios de esa tendencia, pero no se contabilizan los restos de los demás) y los de Dolors Sabater (CUP) ponen la "represión" de los Mossos contra los chicos del adoquín y la gasolina.
O sea, que se animan las negociaciones para formar el "govern" de la legislatura entrante en la Generalitat y crece el problema existencial de ERC, todavía indeciso entre el independentismo "nítido" que le reclaman sus todavía socios neoconvergentes y la transversalidad tan pregonada por Junqueras y Aragonés.
Al tiempo, estos vuelven a declararse incompatibles. "Somos una fuerza contrapuesta", dice el primero respecto al PSC. Pero no es mayor su sintonía con JxCat, que les empuja a la confrontación con el Estado tanto en el Parlament como en el Congreso de los Diputados.
Por eso algunos pensamos que, sin caer a cambio en el acercamiento a la CUP, ERC debería divorciarse de JxCat de una vez por todas si de verdad va en serio cuando sostiene que "no basta con tener más del 50 % de los votos sin ser conscientes de nuestras debilidades" (Marta Villalta dixit) o cuando pregona el gradualismo y el diálogo como vías para avanzar hacia sus objetivos políticos.
Eso pasaría por algún tipo de complicidad con el PSC, en nombre de la apuesta de Illa por el "reencuentro", lo cual no significaría gobernar juntos, pero sí excluir del futuro gobierno a los partidos que defienden la confrontación con el Estado mediante la unilateralidad en una eventual declaración de independencia y, llegado el caso, la desobediencia.
Eso es "independentismo mágico", que es la expresión utilizada por los dirigentes de ERC para defenderse del "pactismo mágico", que es la pedrada favorita de Puigdemont contra Junqueras. El problema, pues, es ese marcaje de Puigdemont y Borrás, siempre dispuestos a reprochar el "aplazamiento estratégico" que endosa a ERC respecto a la eventual segregación de Cataluña.
¿Se atreverán Junqueras y Aragonés a sacudirse ese marcaje para explorar la fórmula "independentismo y de izquierdas" aireada en la campaña electoral del 14 de febrero?
No parece que se den las condiciones, por ahora, lo cual abona el terreno para que Salvador Illa pueda viralizar su papel de alternativa como lider de una oposición seria en la Legislatura que viene, a diferencia de lo ocurrido con Inés Arrimadas (Ciudadanos), que ganó las elecciones y luego se escondió en la política nacional.
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