Con cuatro millones de parados oficialmente reconocidos y otros novecientos cincuenta mil acogidos a los ERTES, España encabeza el dramático ranking europeo de la penuria.
Las llamadas colas del hambre son el reflejo en lo cotidiano de una situación que va camino de ser insostenible. En Madrid, en el último año, Caritas y la Fundación Madrina han pasado de atender a 400 personas al mes a ocuparse de 4.000 al día. Es solo un ejemplo de una situación inadmisible.
Si semejante panorama no se traduce en conflicto social en forma de movilizaciones de protesta es porque las direcciones de los principales sindicatos están en la longitud de onda del Gobierno. Con un panorama laboral mucho menos agudo hemos tenido todo tipo de manifestaciones y hasta jornadas de huelga general.
Si hasta la fecha Sánchez ha conseguido librarse de la presión de la calle se debe en gran parte a la mencionada complicidad de los sindicatos -que antaño se reclamaban de clase- y, también, al relato de distracción que elaboran los principales medios de comunicación. Algunos fieramente entregados a la causa del Gobierno y empeñados en crear escenarios de actualidad ajenos al drama social. La presencia de Podemos en el Ejecutivo es otro freno a las movilizaciones.
Al margen de las restricciones a la movilidad que impone el estado de Alarma decretado a raíz de la pandemia -el más largo nunca conocido en España- la situación de aparente docilidad social también encuentra una explicación en el escaso acierto de la oposición para llevar su discurso alternativo más allá de las cuatro paredes del Congreso de los Diputados. Se diría que se conforman con el eco de sus discursos entre quienes forman parte de sus respectivas parroquias. Se pierden en esterilizadoras operaciones de partido con proyectos de remodelaciones ajenas a las preocupaciones reales de la gente. A los problemas de supervivencia de millones de compatriotas. Y lo que es más chocante, se dejan marcar la agenda por la maquinaria de propaganda que desde La Moncloa traza el relato de la actualidad que le conviene a Pedro Sánchez. Por eso los telediarios abren con la cifra del paro, pero no muestran ni denuncian su primera y más insoportable consecuencia: las colas del hambre.
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