El considerable terremoto político desatado por la presentación de la moción de censura contra el Gobierno del PP en Murcia, donde Ciudadanos traicionó a sus hasta ahora ‘socios populares’ para aliarse con los socialistas, de ninguna manera ha concluido con la posterior disolución de la Asamblea madrileña por la presidenta Díaz Ayuso. Un movimiento, rompiendo con sus hasta hace dos días aliados ‘naranjas’, que ha desatado una increíble controversia jurídica acerca de si las elecciones podrán en Madrid o no celebrarse el próximo 4 de mayo debido a la interposición de sendas mociones de censura contra Ayuso por parte de socialistas y del partido de Iñigo Errejón, Más Madrid. Creo, por el contrario, que, lejos de haberse parado aquí las cosas, van a ocurrir muchas otras, que paso a resumirle.
Primero, las elecciones sí se celebrarán, porque los argumentos de socialistas, ‘podemitas’, ‘errejonitas’ y demás, alegando que una moción de censura legalmente paraliza, aunque se presente más tarde, la disolución de una Cámara legislativa, tienen poca fuerza, estiman al menos los juristas a los que yo he consultado. Y esas elecciones, según todos los sondeos, las ganará Díaz Ayuso, que se beneficia, en el mundo conservador, de la posición muy beligerante que ha venido manteniendo contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Pero, segundo, aunque Ayuso gane, no podrá gobernar, incluso aunque se aliase para ello con Vox, que también crece en los sacrosantos sondeos. Sería imprescindible el concurso de Ciudadanos para que Ayuso se mantuviese en la sede de la Presidencia de la Comunidad madrileña en la Puerta del Sol. Y ese concurso se presenta difícil tras las ‘lindezas’ que se han dedicado mutuamente la propia Ayuso y el líder de Ciudadanos en Madrid y hasta ahora vicepresidente de la CAM, Ignacio Aguado, fulminantemente despedido del cargo por su hasta este miércoles ‘jefa’, la presidenta, entre acusaciones mutuas de ‘mentirosos’.
Veremos en qué para el lance. Pregunté este jueves a Arrimadas si, en función de los resultados electorales, Ciudadanos volvería a apoyar a Ayuso permitiéndole gobernar, ya que los ‘naranjas’ niegan tener un acuerdo con el PSOE en esta Comunidad para desbancar al PP. Su respuesta fue una evasiva: no está claro que vayan a poder darse las proyectadas elecciones del 4 de mayo. Y ahí se enrocó, mostrando que todo esto es una partida envenenada de ajedrez, llena de ‘gambitos de dama’ y de patadas al tablero. En todo caso, qué duda cabe de que a Ciudadanos le va a ir muy mal en estas elecciones, lo mismo que a Errejón y a Unidas Podemos, siempre de acuerdo con las prospecciones que circulan como liebres por cenáculos y mentideros de la capital.
Muchos ojos se vuelven hacia el PSOE: ¿a quién colocará Sánchez de candidato/a para esta nueva e inesperada marcha a las urnas dentro de apenas cincuenta y tres días y todavía en plena pandemia? Un nombre muy citado es Margarita Robles, la ministra de Defensa, que no parece demasiado ilusionada por meterse en el avispero maldito que es la política de la Comunidad de Madrid, llena de corruptelas y de historias rocambolescas como aquella del aún misterioso ‘tamayazo’ tránsfuga que posibilitó a Esperanza Aguirre seguir como presidenta de la CAM en 2003. Un duelo electoral entre la fogosa Ayuso y la calculadora y moderada Robles sería, desde el punto de vista periodístico, apasionante; pero hoy lo más probable es que el candidato sea el previsible, Angel Gabilondo, hoy líder de la oposición socialista en la CAM, un político decente pero con escaso tirón.
Luego están, tercero, las repercusiones que todo este culebrón tendrá fuera de Madrid. Nadie puede excluir un contagio en Castilla y León, en Andalucía y en algunas ciudades españolas importantes, donde un acuerdo PP-Ciudadanos sustenta los gobiernos autonómicos o municipales. Arrimadas insistió este jueves en que no tiene intención de cooperar con los socialistas a la hora de presentar más mociones de censura que la murciana, derivada del escándalo del ‘vacunagate’ en la región. Pero nadie puede excluir que nuevos ‘tamayos’ intenten contribuir a cualquier golpe de mano a cambio de beneficios políticos -o de otra índole_ para sus personas.
Este es, en esquema y obviando detalles escabrosos, el panorama. Se hace buena, en suma, la frase ayer atribuida en una tertulia radiofónica a un diplomático europeo acreditado en Madrid: “España está fabricando más política de la que puede consumir”. Me permito puntualizar al ilustre embajador: lo que fabricamos aquí es mucha más mala política de la que podemos consumir. Sobre todo, en los tiempos del virus, que es lo único que debería importar a los zascandiles que se pasan la vida jugando a esa (baja) política.
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