En tanto que no se estudie la repercusión que el deterioro de nuestra salud mental a causa de la pandemia está teniendo en los últimos sucesos políticos, no se puede establecer con rotundidad que estos se inscriban inequívocamente en la esfera de la majadería.
Es cierto que varios de los protagonistas de esos sucesos (Ayuso, Iglesias, Cantó...) ya venían dando muestras de cierta inestabilidad y disparatamiento previos a la irrupción del coronavirus, pero también lo es que en las últimas fechas, al concatenarse y explosionar, han sumido a la población, que aún conserva algo de cordura, en la perplejidad, a los analistas políticos en un mar de confusión, y a los contertulios “low cost” en el reto de decir algo distinto a los demás, ora en la modalidad roja, ora en la modalidad azul.
Lo único que pasa, en realidad, es que se está haciendo política, pero a la española, con lo cual ya está dicho todo. ¡A la española! Por lo demás, basta echar un vistazo al perfil de los antes citados entre paréntesis: se trata del perfil, dicho sin ánimo de ofender, de tres narcisistas. O dicho de otro modo, adecuándolo al intrusismo de dichos personajes en la política: de tres farsantes. Cuanto hacen, deshacen, dicen y lían, nada tiene que ver con el interés general ni con el bien común, pues su extremo sectarismo, tan extremo que parece reducirse a su propio ego, les inhabilita para ello. Luego, lo de llamarse unos a otros “fascistas” o “comunistas”, o lo de los eslóganes cutres como el de “socialismo o libertad” tan del estilo de M.A. Rodríguez, es solo para que nos muramos de vergüenza ajena.
De ese trío cogido al azar, y por la brasa que están dando, cabría exonerar un poco a Toni Cantó, pues se trata de alguien que alguna vez se dedicó abierta y profesionalmente a la farsa, aunque podría haberse y habernos ahorrado el haber mezclado su viejo oficio, tan maravilloso en los escenarios, como letal fuera de ellos, con el de la política, que requiere exactamente las destrezas de las que el ex de UPyD y Ciudadanos carece.
De las movidas de Ayuso y Pablo Iglesias, de sus móviles, sus objetivos, sus retorcimientos y sus pamplinas, ya se ocupan con gran agudeza y fundamento los colegas, que de estas cosas saben lo suyo, pero a un montón de madrileños lo que más parece preocupar es la búsqueda de una vacuna, de un antídoto, para el tósigo de la farsa guerracivilista que representan: Y lo mismo lo encuentran, lo vuelven a encontrar, en Gabilondo, un cuerdo.
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