Los jóvenes franceses que caen en turbamulta estos días sobre Madrid, poco se parecen a aquellos que llegaron en 1808 camino de Portugal, pero con alguna intención de quedarse. Aquellos, aunque propensos al vino, al juego, al saqueo y a las crudas pendencias típicas de la soldadesca, venían enrolados en el ejército de Napoleón, que también traía, mezcladas con la póivora y la violenta ansiedad imperial, cosas tan resplandecientes como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Estos de ahora vienen tan solo, como denuncia el bueno de Carlos Arguiñano, a ponerse tibios de alcohol y de "fiesta".
Estos jóvenes franceses que han tomado los bares, las terrazas y los apartamentos turísticos de Madrid en pleno arranque de la cuarta ola de la pandemia, no se parecen nada a los que, sin ir más lejos, le dieron nombre al barrio en que nació quien esto escribe, Chamberí, entonces un arrabal donde acampó el regimiento del mismo nombre, y sí más, mucho más, a los Cien Mil Hijos de San Luís que, años después, invadieron España para socorrer al miserable Fernando VII y restaurar su tiranía. Hoy, a quien vienen a socorrer es a Isabel Díaz Ayuso.
En tanto los madrileños no les llega la camisa al cuerpo por lo malamente que lo están pasando desde hace un año, tantos contagios, tantas muertes, tantas sirenas rasgando las calles, tanto paro, tanto miedo, tanto drama, tanta soledad, he aquí que la presidenta, que tanto conmemora el 2 de Mayo, acoge fascinada a la tropa gabacha del bebercio, pues los bares, para ella, diríase que son la cifra y la suma, la esencia misma de la libertad. Sus Cien Mil Hijos de San Luís (sí, unos cien mil) la traen en volandas, e incluso algunos, tras los primeros pelotazos, se arrancan con La Marsellesa por las calles del centro.
La historia oficial seguirá por los siglos de los siglos denigrando a aquél rey abstemio que los jayanes llamaron Pepe Botella. "El buen rey José que en Madrid tantas cosas de magia hizo", escribió Ramón Gómez de la Serna aludiendo a lo mucho y bueno que en lo tocante al urbanismo, a la higiene y a la salud pública hizo, pero estos jóvenes franceses acogidos con tanta longanimidad por Ayuso no traen sino la magia inversa, ceniza, del beodo y el negacionista.
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