C uando uno pasa lista a la cantidad de cosas negativas que la política española ha vivido en el último año no puede sino confiar en que las cosas van a ir a mejor, tienen que ir a mejor. Está claro que, con la salida de Pablo iglesias del Gobierno de coalición que él mismo forjó con Pedro Sánchez, se abre una etapa en la que la propia coalición tendrá que refundarse o quién sabe si quizá haya iniciado ya un declive que la llevará a su total transformación o a su desaparición.
Al tiempo, es preciso que se abra un período de consensos en torno a temas fundamentales. Yo diría que lo ocurrido en Radiotelevisión Española, que desde hoy pasa a tener una dirección radicalmente nueva, es un primer paso, esperanzador -lo digo con todas las cautelas--, de hacia dónde podrían ir, deberían ir, las cosas.
Quisiera ser optimista y ver en la entrada de José Manuel Pérez Tornero, un periodista ilustrado que llega ‘consensuado’ al cargo en RTVE, por méritos propios y no por dedos ajenos, una primera muestra de esa nueva etapa.
La provisionalidad permanente en la que vivía hasta ahora la dirección de la radio y televisión públicas no era sino una anomalía más de las muchas que han jalonado la política española y sus derivados: los medios de comunicación de titularidad estatal han de tener forzosamente un comportamiento alejado de escándalos, de partidismos y de reyertas. Y lo mismo puede decirse acerca de otro de los grandes, enormes, problemas pendientes en la construcción de una mejor democracia: la renovación del Consejo General del Poder Judicial, otro ejemplo del mal hacer de nuestros políticos, sean del partido que fueren.
Dejar que los problemas se pudran creyendo que se solucionarán por sí mismos fue estrategia seguida por Rajoy que, en algún terreno, el catalán por ejemplo, llevó a consecuencias funestas. Muy pocos de los problemas de fondo que heredamos del anterior Gobierno desde la moción de censura se han resuelto con el equipo actual, mucho más empeñado en mantener un equilibrio de poderes malamente coaligados que en legislar para un avance consensuado entre los españoles. El caso de RTVE parece que podría quebrar esa mala racha, y este primer ejemplo, me atrevo a confiar, no tiene por qué no estar seguido por otros.
Entre otras razones, porque los datos sobre el tablero han cambiado tan profundamente desde las elecciones catalanas -que han empeorado la situación con respecto a lo que había_ y los van a mudar nuevamente con las elecciones madrileñas, que resulta simplemente absurdo pensar en continuar con esta línea de juegos de tronos a base de mociones de censura imposibles y golpes de mano ‘a la andaluza’ buscando desestabilizar liderazgos en reyertas intestinas de los partidos.
Las ‘fuerzas emergentes’ en 2014, Ciudadanos y Unidas Podemos, se debilitan a ojos vista, y, en cambio, surge un nuevo populismo, el de Vox, al que necesariamente tendrá que aliarse el Partido Popular de Casado si quiere seguir gobernando la Comunidad de Madrid. Al propio Casado, y a su entendimiento con Pedro Sánchez, corresponde ahora la tarea de ‘centrar’ esta bronca, a veces asalvajada, política española.
Si han sido capaces de llegar a un acuerdo sobre la Radiotelevisión Española, que es un toro difícil de lidiar, sería incomprensible que, en tiempos en los que los españoles están mucho más preocupados por su inmunización frente al virus que por las puñaladas de la baja política, no iniciasen de una vez una estrategia de pactos en torno a la consolidación de la democracia, nada menos. Así, ¿podremos llegar a declarar inaugurada la que, para ponerle un nombre, llamaríamos ‘era Pérez Tornero’, ahora que no está Pablo Iglesias para torpedear todo lo que esta era significaría? Me gustaría pensar que sí.
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