En España nos sumamos a la ola del europeísmo cuando éramos un país por hacer. Vino Europa como agua de mayo y nos concedió el dinero para unir la nación con autovías y modernos trenes e incluso levantamos aeropuertos como quien juega al Monopoly. Esto quién lo paga, se hubiese preguntado el escritor Josep Pla. Pues quién va a ser, Europa. A pesar de que hace diez años nos endiñaron una austeridad de no te menees, hemos vuelto a ser muy europeos gracias al maná en forma de fondo de recuperación mientras, eso sí, nos desangramos sin horizonte ni perspectiva por culpa de una bananera compra de vacunas desde Bruselas.
Hay quien sostiene que la Unión ha actuado correctamente en el asunto de las vacunas y puede que sea verdad, pero en una negociación de estas características, donde nos jugamos la salud, la economía y el futuro debe haber algo más que buenas intenciones y palabras por escrito. Debe existir fuerza moral y autoridad para no ser merendados por unas empresas farmacéuticas conocidas por su voracidad y falta de escrúpulos.
La UE ha adolecido en las compras de una palmaria ausencia de combatividad, fiándolo todo, como Rajoy en su día con Cataluña, a los tribunales y a unas posibles resoluciones judiciales en el caso de incumplimiento. Cuando lo que realmente necesitábamos eran negociadores experimentados, decididos y con los colmillos retorcidos, que guardasen en la recámara argumentos para disuadir a las multinacionales farmacéuticas de probables distracciones... No con amenazas judiciales, que a estas empresas les provoca la risa, sino con los mismos mimbres que empleaban rusos y norteamericanos en la Guerra Fría, es decir, con un poder coercitivo en condiciones.
Las cifras son elocuentes. Más del 41% de los británicos se han vacunado, frente al 9% de los ciudadanos europeos. Bruselas ha exportado a Londres 10 millones de dosis y el Reino Unido ni una sola a la UE. Estamos en manos de burócratas mediocres y así nos va. Podemos jugar a decir que los ingleses son unos piratas y que las farmacéuticas son malas malísimas, pero la realidad es que el Viejo Continente está haciendo el ridículo y los ciudadanos vamos pagando el pato.
La comisaria europea, Ursula von der Leyen, ha asegurado que en el segundo trimestre del año se triplicará el número de vacunas. Ya veremos, Ursula. Por el momento seguimos instalados en la incertidumbre, el hartazgo y la desesperanza, con miles de muertos a diario en el continente, con millones de personas en serio riesgo de pobreza, con sucesivas olas de contagios y con otros muchos millones de hombres y mujeres desorientados y perdidos en esta nueva normalidad que tiene muy poco que ver con la vida que disfrutábamos antes.
Muchos todavía creemos en Europa, entre otras cosas porque nos salvará del desastre con el fondo de ayudas, pero hubiésemos preferido que con parte de ese dinero se vacunase ya a la mayoría de la población, tal y como están haciendo países como Reino Unido o Israel. En Estados Unidos, con una población de 326 millones de personas, están vacunando a una velocidad supersónica. Y aquí, mientras tanto, a por uvas.
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