El legado de Iglesias

Fermín Bocos
22:13 • 29 mar. 2021 / actualizado a las 07:00 • 30 mar. 2021

Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente del Gobierno que presidía Adolfo Suárez, al abandonar el cargo, dejó apuntalados los que conocemos como “Pactos de La Moncloa “, una hoja de ruta que en tiempos de la Transición permitió encauzar la maltrecha economía española.


Alfonso Guerra, todo poderoso vicepresidente político del Gobierno de Felipe González, aunque ironizaba asegurando que estaba de “oyente” en el Gabinete, lo cierto es que manejó con reconocida pericia el difícil equilibrio entre el alma izquierdista del PSOE y el pragmatismo impulsado por Felipe González. El resultado fueron trece años de hegemonía política socialista Con el Gobierno de José María Aznar, Rodrigo Rato fue el vicepresidente económico que diseñó el plan que impulsó el crecimiento de la economía española a niveles que con cierta exageración algunos analistas llegaron a tildar de “milagro”. Después de los días de gloria -que le llevaron a dirigir el FMI- Rato inicio un descenso a los infiernos que acabó con él en prisión sentenciado por diversos delitos relacionados con la corrupción.


Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta con Rodríguez Zapatero y Soraya Sáenz de Santamaría que lo fue con Mariano Rajoy dejaron a su paso diversas leyes que siempre irán asociadas a sus respectivos nombres.



Nada parecido al legado que deja el vicepresidente Pablo Iglesias. Legado que puede resumirse en pocas palabras porque pocos han sido los hechos. Si acaso la agitación. Más que un ministro ha sido un comentarista político en el Gobierno. Soflamas e intervenciones en televisión. 


Habiendo sido vicepresidente de Derechos Sociales no hay constancia de una sola visita suya a las residencias de mayores durante los días más aciagos de la pandemia -un tercio de los más de noventa mil fallecidos han sido ancianos acogidos en este tipo de establecimientos. Iglesias se va dejando como legado un estilo que busca la confrontación y practica la más antigua de las perversiones de la política: la demagogia como instrumento de la ambición personal. A más de uno su salida del Gobierno parece que le va a permitir recuperar el sueño.





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