La memoria

“Somos un país trans. Ahí tenemos a Tony Cantó, el político ‘trans’ de moda”

La Voz
Javier Adolfo Iglesias
21:28 • 31 mar. 2021 / actualizado a las 07:00 • 01 abr. 2021

La ministra Celaá ha vuelto a sacar del viejo ropero rusoniano los apolillados clichés de los años 70 contra la educación y los quiere hacer pasar por prendas a la última moda. “Hay que acabar con el autoritarismo, con la copia y repetición que convierte en autómatas a niños y niñas puros, acabar con la competitividad y por supuesto...¡con la memoria!”.



Esta jugada es como el timo del ‘tocomocho’, que pese a ser tan viejo y conocido vuelve a triunfar.  Para ello, los periodistas son los cómplices necesarios repitiendo titulares: “Educación aligerará la memorización en el currículo”. Suena bien. 



Estos pícaros de los despachos desacreditan a un enemigo que no existe en las aulas, usan la falacia del ‘hombre de paja’ para dar una nueva vuelta de tuerca a su burocrático control sobre la enseñanza. Porque la realidad es que nuestros alumnos apenas usan la memoria ya que apenas la tienen. Se la hemos matado regalándoles teléfonos móviles a edades tempranas, antes de que supieran hilvanar con sentido una sencilla oración tras otra. 



Cualquier profesor que dicta hoy una sencilla frase como “El perro mueve el rabo” ya tiene a varios alumnos preguntando a los pocos segundos: “¿mueve qué?”. Tan poco memorística es la enseñanza hoy día que cada año me encuentro con bachilleres que no saben ubicar en el tiempo ni en el espacio la Segunda Guerra Mundial. 



El reto del educador hoy es el enfrentarse al nihilismo y verlo cara a cara en los ojos inocentes y perdidos de quienes no tienen culpa alguna. 



La memoria es una función básica de nuestra mente y sin ella no hay análisis, no hay generalización ni síntesis, no hay abstracción, deducción, razonamiento ni imaginación. Sin ella no hay pensamiento. 



La memoria es la base de la persona y de la sociedad pero periodistas, políticos y pedagogos nos quieren sin memoria individual para que ellos sean los guardianes de una memoria única y colectiva, la oficial, una que se adapte a cada momento e intereses, los suyos. Nuestra memoria serán sus botones, protocolos y golpes de efecto. 



Somos el país de ‘Psicosis’, que rechazamos la memoria en las aulas por la mañana y la convertimos en una solemne ley ‘histórica’ por la noche. Queremos tener memoria de las víctimas de hace casi cien años y al mismo tiempo olvidamos a los cientos de asesinados por el nacionalismo etarra hace veinte. 


La Transición fue anteayer y nuestros hijos no saben de ella, la denigraron antes de memorizarla. No han pasado tres años desde el peligroso disparate del 1-O en Cataluña cuando vuelven los periodistas desmemoriados a bailar el agua del irracional independentismo.


Hemos sustituido la memoria por ‘lo trans’, el continuo cambio, la instantaneidad, la fugacidad absoluta del presente que buscaban Fausto y Nietzsche


Somos un país trans. Ahí tenemos a Tony Cantó, el político ‘trans’ de moda. No es el único. 

Pablo Iglesias quiere que olvidemos que se le hacía pesicola por asaltar el cielo del que ahora huye aterrorizado como el conejito de la canción; Casado nos quiere hacer olvidar que estaba en la directiva del PP del que ahora reniega con una mudanza, ¿y Pedro? Con él empezó todo. Carmen Calvo dijo que era uno antes de ser presidente y otro distinto después. Como decía Hume, sin memoria. 


Tampoco necesitamos memoria si tenemos televisión. Tele 5, con su ministra Sálvame incluida, nos ofrece un obsceno espectáculo de evisceración emocional que es solo el cobro de las rentas del pasado. Nos quieren hacer olvidar que durante veinte años ellos acusaron y condenaron a la que ahora presentan como víctima, y ellos como sus abogados. ¿Para qué la memoria si el mecanismo siempre tira hacia adelante? 


Celaá se lo aplica en una intervención bochornosa en el Congreso: “Señor Matarí...usted no tiene ningún contacto con el mundo educativo, ni con la educación especial,  ni con los hijos...” No solo se olvidó Celaá de la mínima sensibilidad humana sino de lo que segundos antes le dijo el veterano diputado almeriense, que le hablaba como padre orgulloso de una hija con síndrome de Down. Le hizo falta un poco de memoria. 


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