Tal día como ayer, hace 90 años, sopló en España el viento de la alegría de vivir, o, cuando menos, de la parte de esa alegría que depende de la política, que es mucha. El júbilo que desbordó las calles aquél 14 de Abril, jornada revolucionaria que se saldó sin un herido leve, celebraba no tanto el fín de la monarquía encarnada en aquél rey corrupto y salaz, como el inicio de un futuro de fantasía, prosperidad y democracia que requeriría, para irse escribiendo, la pluma y el estilo de todos y cada uno de los españoles.
La alegría de vivir, consecuencia de la determinación de un grupo de brillantes intelectuales y de millones de “trabajadores de toda clase” de elevar a los hasta entonces súbditos a la muy superior condición de ciudadanos, llegó en un momento de la historia, 1931, en que el mundo, y España como parte de él, padecía agobiado y taciturno los rigores de la brutal crisis económica del “crack” del 29. Pero con la República, y en buena medida gracias al talento y la pericia del ministro de Economía de su Gobierno Provisional, el catalán Nicolau D’Olwer, no tuvieron que esperar los salarios de miseria para tornarse en decentes, ni los alquileres leoninos para hacerse asequibles, ni los colegios que se necesitaban para empezar a construirse a razón de 10.000 al año.
Aún así, con recursos muy limitados y con la actitud saboteadora de las grandes fortunas que empezaron a conspirar contra la II República Española desde la misma noche del 14 de Abril, ¡qué bien le habría venido al nuevo régimen democrático la lluvia de millones que el Gobierno de ahora va a recibir de la UE! Pero esos fondos europeos que el presidente Sánchez anuncia destinar en buena parte a vaguedades o a inversiones prescindibles, que acaso no se ejecuten plenamente como ha venido ocurriendo con los Fondos de Cohesión, que pese a su descomunal monto poco han de repercutir en las depauperadas economías familiares, y a los que los pillos de siempre darán su pellizco, esos fondos, digo, mejor se emplearían en lo más necesario, en luces, esto es, en Educación, en Ciencia, en Cultura, que son las cosas que hacen grande y próspero a un país.
La II República Española, nacida de elecciones libres, quiso desde el primer instante hacerlo así: Pan y Luces. Ambas cosas les fueron arrebatadas a los españoles, en una cruel operación de exterminio de la libertad, cinco años después, pero esa es otra historia. La que ayer se conmemoraba era la del maravilloso brote, hace 90 años, de alegría de vivir.
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