Si yo, en este periódico, soy autor de calumnias o injurias sobre cualquier ciudadano, este podrá presentar la correspondiente querella, y yo tendré que responder a la Justicia. Está bastante claro y todos los que publicamos en Prensa somos conscientes de ello, y esa es la garantía de una sociedad democrática. No obstante, hay personas que están convencidas de que, si las calumnias o las injurias se publican en las redes de Internet hay barra libre, y se puede insultar a cualquiera, porque nadie paga las copas y el insulto sale gratis.
Hace poco el juzgado de lo Penal número 23, de Madrid, condenó al ciudadano Luis González Segura, exteniente del Ejército, por proferir injurias graves contra el general Miguel Alcañiz, entonces al mando de la UME. El condenado, sobre la base de unos hechos que se demostraron falsos, llamó al general “corrupto, golfo, negligente o todo junto”. La condena lo obliga a pagar las costas del juicio, a seis meses de multa y a abonar al injuriado 3.000 euros de multa. El condenado ha recurrido la sentencia, y veremos si la Audiencia Nacional anula la sentencia, la ratifica o aumenta las penas, porque todo puede ocurrir en los recursos.
Lo importante es la indefensión que sufren las personas que son injuriadas por Internet. Sí, es posible denunciarlo. Pero produce una pereza ir al abogado, empezar a soltar dinero para provisiones del procurador, y seguir pagando más adelante, y esperar un año o dos a que la Justicia reconozca el agravio. La mayoría de las personas renuncian a acudir a la Justicia. Y hay que agradecer a quienes lo hacen, y se arriesgan a la incomodidad, porque cuanto más sean, cuanto más se compruebe que no hay barra libre, estará más limpio el patio de Internet, donde se pierden la educación y las expresiones correctas para dar paso al improperio tabernario, lo que da una idea de la categoría de los clientes de la taberna. Tengo experiencia.
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