La semana próxima celebraremos el día del libro, y habrá quien se vuelva loca haciéndose fotos con uno nuevo de cabecera, regalando algún ejemplar del último best-seller, o incluso presentando el libro de algún amigo, eso sí, con aforos limitados que, aunque los libros solo contagian sabiduría, las aglomeraciones pueden acabar con toda entera. Pero la verdad es que muchas de esas personas no han cogido un libro en su vida, más allá de los propios para pasearlos de casa a clase en su época colegial.
Y tristemente corroboro esta afirmación cuando observo exhausto el calibre cultural del pasado miércoles en el Congreso de los diputados. Afirmaciones como las vertidas por el actual líder de la derecha y, más recientemente, de la ultraderecha, Pablo Casado, sobre la proclamación de la Segunda República española, hace ahora 90 años, denota la falta de cultura general y su verdadero tufo anti democrático. Y es que, señalar que la Segunda República no es para celebrarla porque “divide a los españoles”, es falso. Ese periodo democrático, tan legítimo como el actual, trajo a España un periodo de reformas importantísimas de libertad, como el sufragio femenino, mientras las repúblicas europeas desaparecían arrasadas por el fascismo, el mismo que ayudó a que en España, quienes detestaban no poder someter a la gente a sus voluntades, acabaran con el régimen democrático.
Lo que realmente divide a los españoles, no es la república, es la intolerancia de los anti demócratas hacia los demócratas y todo lo que ello representa. Por eso, como dijo Azaña, presidente de aquel régimen democrático que tanto exaspera a Casado, “No me importa que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla.”, y a Casado le ocurre esto o manipula la verdad. ¿O porque haya indeseables que quieren acabar con nuestro estado de derecho actual, deben analizarlo dentro de 90 años como un régimen que divide a los españoles?
Dice un proverbio hindú que “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”, y la República española, a pesar de ser llorada por su abrupta destrucción y olvidada por muchos para tratar de perdonar, quedará escrita en muchos cerebros que hablan a diario, a la espera de poder retomarla por sus firmes bondades democráticas.
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