¿Se han fijado en que de unos años a acá ha mejorado ostensiblemente la atención al cliente de las grandes corporaciones?
No es casualidad que esa mejora haya coincidido con una nueva política comunicativa de pedir al usuario del servicio que puntúe la atención recibida. No es lo mismo, claro, que la labor de un trabajador no sea juzgada por nadie que ser sometida al escrutinio directo del cliente. De ahí, digo, la mejora del servicio: el sueldo y las prestaciones de los trabajadores quedan condicionados a la valoración de su ejercicio profesional.
¿Se imaginan algo semejante sobre el trabajo de nuestros políticos? Es impensable, claro, porque los políticos hacen su trabajo con total impunidad.
Se podrá argumentar que la labor de los servidores públicos se evalúa cada cierto tiempo en periódicas elecciones y que si su labor no gusta al elector simplemente no le vota.
Pero no es así. El votante no tiene derecho a presentar sus candidatos ni vetar a otros, sino que se encuentra ante unas listas cerradas que no ha confeccionado él mismo y que las toma o las deja en bloque, al margen de la tarea realizada hasta la fecha por unos representantes públicos cuya actuación profesional nadie le ha consultado ni pedido que puntúe.
Lo más parecido a un escrutinio son las periódicas valoraciones de líderes políticos que hacen las encuestas sociológicas y en las que normalmente todos suspenden y se quedan tan contentos porque saben que nadie los va a remover de su puesto.
¿Qué pasaría, en cambio, si el trabajo y el salario de nuestros políticos estuviesen ligados a su valoración constante por parte de los electores? Que otro gallo muy distinto nos cantaría.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/213183/el-trabajo-de-los-politicos