La mirada de Irene

Última entrega de la serie de artículos ‘Oído en la taberna’

Trabajo de la joven saxofonista catalana Irene Reig.
Trabajo de la joven saxofonista catalana Irene Reig. La Voz
Ramón García
07:00 • 20 abr. 2021

Creo que se está hablando poco del esfuerzo que realiza el mundo de la cultura en estos tiempos para sobrevivir a esta locura pandémica. La incertidumbre se ha transformado en lo habitual a la hora de organizar cualquier tipo de evento así que, aprovechando este espacio semanal, voy a romper una lanza en favor de estos inquietos aventureros. Me refiero a todos los implicados, desde el músico que da la cara en el escenario, viajando sin saber si su talento llegará al público final, pasando por el técnico de sonido o luces que desconoce si todo lo que está conectando tendrá alguna utilidad, o a ese promotor que, ahora más que nunca, se la juega con cada espectáculo que se arriesga a programar.



El otro día tuve la suerte de charlar en la radio con una joven saxofonista catalana, Irene Reig, que lleva un tiempo establecida en Almería, como parte de ese curioso proyecto llamado Clasijazz Big Band Profesional (CJBb PRO), y gracias al que se han reunido en nuestra ciudad un buen montón de excelentes músicos para estudiar, tocar y compartir experiencias de todo tipo. Según me contaba, entre ensayo y ensayo, hay ratos hasta para cultivar un huerto o salir de pesca por nuestra bahía, haciendo toda la experiencia lo más sostenible posible.



El motivo de la charla con Irene fue la presentación de su nuevo disco, Mira (2021, The Changes), que reconozco me ha atrapado en estos últimos días, una grabación propia de esta época que nos ha tocado vivir, pensada como un directo pero que acabó siendo registrada en un club sin público, el Milano de Barcelona, ante la enésima suspensión de otro concierto más.



Que cada semana sucedan por aquí milagros como este de Clasijazz, o los repetidos intentos de vuelta a la normalidad del Teatro Cervantes y otros muchos locales es algo que quería poner en valor porque, aunque seguimos sin conocer ningún caso de contagio durante actividades culturales, son las primeras en caer en cuanto sube la maldita curva. Apreciemos en su justa medida la valentía de músicos como Irene y sus compañeros, que arriesgan cada día, viajan, ensayan, interpretan y hasta pescan para que no cese la música.







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