En el enloquecido clima en que la crispación y el radicalismo ha convertido la política española, donde todo es ruido y furia, hay una pregunta por la que muy poco se ha transitado y que, sin embargo, va a marcar el futuro del líder de la oposición y, por tanto, de su partido.
El 4 de mayo no está solo en juego quién gobernará Madrid en los próximos (apenas) dos años (en mayo de 2023 habrá nuevamente elecciones). También va a estar en juego o, cuando menos, podría estarlo, quién liderará el PP que se enfrentará a Sánchez cuando el presidente decida (como ha hecho Ayuso) disolver el parlamento porque las encuestas le son propicias. La duda sobre si el liderazgo de Casado se consolidará hasta que llegue ese momento no va a depender de sus adversarios en el escenario parlamentario, va a estar condicionada por aquellos que ahora siente cercanos, pero que, en un futuro no muy lejano, podrían abandonarlo.
El 4M es una bomba con espoleta retardada para el presidente del PP. Y lo es porque, si se cumplen las previsiones demoscópicas y Ayuso arrolla, el ruido mediático que ahora ensalza las virtudes de la lideresa madrileña frente al sanchismo acabará en estruendo ensordecedor para los votantes del PP.
La política nacional – y aquí incluyo algunas autonomías- ha descendido a un nivel de mediocridad tan grande que su ejercicio no se decide en las instituciones de la administración, sino que a veces, demasiadas veces, está inspirada, condicionada y diseñada por los predicadores de los grandes medios de comunicación.
Como tras el 15M sucedió en los medios de izquierdas con Pablo Iglesias, desde hace meses los medios conservadores se han convertido en altavoces de la presidenta madrileña presentándola como la perfecta antagonista, no del PSOE o del Podemos madrileño, sino del gobierno de Pedro Sánchez. Esa dualidad Ayuso-Sánchez es la clave de bóveda de una estrategia de largo circuito cuya víctima principal no va a ser Gabilondo o Sánchez (al fin y al cabo, Madrid no es del PSOE desde hace casi veinte años), sino que podría ser Casado. Confundiendo la parte con el todo (algo que ocurre con frenética frecuencia en el foro madrileño), la escolanía mediática de la presidenta construirá el ayusismo (ya lo está haciendo cada día) y lo elevará a los altares situándolo como la única alternativa capaz de ganarle a Sánchez. Quien dude de esta realidad futura que busque en el pasado de los últimos meses quién ha sido la primera estrella y quién el actor secundario en la secuencia inacabada de oposición al gobierno. Creo, sinceramente, que no hay espacio para la duda.
En medio de la mayor crisis sanitaria y económica, Sánchez y Ayuso se han retroalimentado intencionadamente. El presidente del gobierno porque la guerra con Ayuso a quien debilita es a Casado al ver reducido su protagonismo como líder de la oposición en una situación histórica tan dramática. La presidenta madrileña porque acuartelada en su trinchera de Sol se presenta cada día como la única capaz de hacer frente a la maldad perversa del gobierno socialcomunistabolivariano y eso, en los territorios mas situados a la derecha, es una mercancía con una gran capacidad de seducción.
Si Ayuso arrolla, Casado será presentado como un aliado en la batalla, pero no como el verdadero vencedor y, quienes más le elogien esa noche, serán los que ya habrán comenzado a alejarse de él. Si no andas listo, siempre te traiciona el que más cerca está de ti. Que se lo digan a César con Bruto en los idus de marzo.
Si, por el contrario, Ayuso no consigue revalidar el poder, su caída abrirá una crisis de amplio espectro en el PP. Madrid es la joya de la corona de los populares y perderla supondría una hecatombe. Todas las corrientes internas que hasta ahora han sido un Guadiana menor abandonarían el subsuelo y comenzarían a abrir vías de agua en el casco de un barco que lleva dos años atravesando una secuencia inacabada de tormentas. Ese es el escenario conque sueña Sánchez y en el que Iglesias ha depositado todas sus esperanzas de supervivencia política. Un PP en crisis con Vox en ascenso es un escenario ideal para convocar elecciones cuando la pandemia remita por el acoso de la vacuna y la reactivación comience a dar los primeros pasos. El final de una guerra alivia tanto que la euforia de ese día es mayor que la desolación sufrida durante años.
¿Condenan todos los argumentos anteriores a Casado? No. La política española se ha convertido en un interminable bucle de improvisación, un bosque inabarcable de incertezas en el que el árbol más formidable de ayer, mañana no es más que un puñado de leña.
Pablo Casado llegó a la presidencia del PP por la acumulación de odios y rencores de quienes aspiraban al trono. Fue la tercera opción, el vencedor de la guerra protagonizada por Sainz de Santamaría y Dolores de Cospedal. En aquellos días de intrigas y chantajes los barones regionales jugaron un papel secundario. De que se sientan cómodos en ese papel y de que vean reconocida su autonomía dependerá, en gran medida, el futuro de Casado. Si la Brunete de Ayuso sale de su acuartelamiento madrileño y quiere conquistar el resto de España en una estrategia que contará con el apoyo de los sargentos de Vox, el líder del PP sentirá un asedio tan asfixiante que solo tendrá cobijo en el apoyo que encuentre en los barones regionales del partido. Es su gran opción. Ayuso, Juanma Moreno y Feijoo pertenecen al mismo partido, coinciden en el objetivo, pero sus caminos para alcanzarlo son distintos y, a veces, distantes. La estrategia seguida por cada uno en estos tiempos de pandemia lo evidencia con la diferencia de las decisiones adoptadas.
Isabel Ayuso convocó elecciones anticipadas no, como sostienen ella y quienes la rodean, porque vislumbrara una moción de censura que nadie, ni ellos mismos, creen- ¿Ciudadanos apoyando una moción en Madrid?, vamos hombre, con lo bien que estaban ellos con sus consejerías y sus cargos-, lo hizo por la seducción que le produce proyectarse como la lideresa del PP. Y eso, aunque no lo dirá nunca, lo sabe Casado.
Lo que no sabemos es si su apoyo oficialista a la decisión de Ayuso es fruto de la debilidad (quien manda en Madrid soy yo, le diría Ayuso), la torpeza (¿para qué poner en juego un poder que ya se tiene?) o, por el contrario, es la puesta en práctica de aquel consejo de Don Vito a Michael Corleone en El Padrino cuando le dice que “en la vida hay que tener cerca a los amigos, pero más cerca a los enemigos”.
La respuesta, a partir del 4 de mayo.
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