Todos los años, de alguna manera, el 1º de mayo sirve para iniciar un nuevo comienzo en nuestro particular curso laboral. Siempre en este día, que para CSIF tiene un cariz lúdico reivindicativo, elegimos una percha para recordar todo lo que hemos llevado a cabo y también explicar cuál es nuestra propuesta sindical. El año pasado no podíamos obviar la actualidad pandémica y todo lo que ello supuso para todos los sectores, poniendo el acento muy especialmente en el ámbito sanitario y en todos los colectivos esenciales, porque aquello no fue una ola, sino un tsunami que barrió con todo bajo el acrónimo de la COVID. Creo que este año, este 1º de mayo de 2021, es justo que hablemos de la catarsis que ha ocasionado esta crisis sanitaria, que está virando todos los cimientos del mundo laboral y está provocando un gran cambio estructural.
Para empezar esta transformación ya venía precedida por un obvio envejecimiento de la población y por la globalización, con estos mimbres nos encontramos ante un mercado laboral complejo, cuyos perfiles van modulándose, también dimensionados por la importancia de las redes sociales y, en este punto, por cómo la red afecta al tratamiento de la intimidad de las plantillas, así como una potente desconexión digital entre generaciones que hace que se conforme, por tanto, una potente brecha. Aquí es donde los sindicatos debemos incidir en la idea de regular el Derecho del Trabajo vinculado al mundo digital en todos sus ámbitos, son solo en su forma, sino también en su contenido, focalizándose, por otra parte, en su acción sobre la ciudadanía, porque aquí llega el gran maremoto laboral derivado de la pandemia, el trabajo no presencial para algunos y el teletrabajo para otros.
De pronto, esto se debe convertir en otro eje central del diálogo y la regulación sindical, porque ha venido para quedarse y porque es necesaria una profunda revisión de su normativa. Por supuesto, no perdemos de vista el gran mal laboral del siglo XXI, la temporalidad y la precariedad que también añadimos al saco postpándemico, aunque ya estaba aquí mucho antes que el SARS-CoV.
Los problemas orgánicos del mercado laboral español y, por ende, almeriense supuran como una herida abierta a partir de esta crisis. Sin olvidar los lamentables datos del paro, la incertidumbre que rodea los ERTES y la falta total de competencias políticas para atajar todo este maremagnum que necesita de una reforma en profundidad, amparados en términos como la productividad, la competitividad, la innovación, el desarrollo y la adecuación a la era digital sin cortapisas. Todo esto está aquí, seguirá siendo el camino y pronto será la sustentación laboral de importantes sectores estratégicos laborales. Sin perder de vista, por otro lado, que el empleo público forma parte del engranaje vertebrador de la sociedad del bienestar y no del bienestar del Estado. No ver esto es querer taparse los ojos para evitar la luz de sol, mientras nos derretimos por el calor.
Con este esqueleto debemos ejercer, con la responsabilidad que nos caracteriza, un liderazgo sindical firme y real por reglamentar esta situación antes de un posible naufragio y fijar los cimientos de una economía fuerte que surja de un mercado laboral justo, equitativo y capaz, que impulse el consumo y haga reactivar la economía, desde la asertividad que nos designan las siglas de CSIF, como un sindicato moderno, independiente y profesional.
Parece que así, a bote pronto, no he dicho nada, sin embargo, lo he dicho todo. Y es solo a partir de aquí, donde hay que arremangarse y donde hay que empezar a trabajar, negociar, pactar, dialogar, reivindicar, luchar, ceder, exigir, valorar y tender puentes, porque viene otra etapa apasionante en lo laboral (que no me quiero perder) y ardua en la parte más social, donde no solo nos corresponde estar, sino que vamos a ser parte instrumental sin ambages.
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