Risitas

Javier Adolfo Iglesias
01:24 • 13 may. 2021 / actualizado a las 07:00 • 13 may. 2021

Murió el Risitas y me tomo este triste deceso como la Caída del Muro de Berlín. Juan José Joya cierra una época en la que la risa brotaba sin complejos. 


Abría su boca con aquel solitario diente y quien lo oía quedaba atrapado en un tobogán, engullido por un agujero negro hacia la carcajada absoluta del universo. 


La contagiaba entre lo biológico y lo mágico. La risa más pura del humano no necesita nada más que otra risa, así son la risa del bebé y la de los amantes.  Así era la risa de mi abuela Sacramento. La recuerdo una tarde sentada en el sillón y yo junto a ella. Comencé un diálogo como este: 



- Abuela, ¿sabes que no estamos de pie hacia arriba sino torcidos, de lado, como de pie en una pared? 

Me miró sonriente, en silencio y con los ojos pícaros de niña. 



- “Que sí abuela, que estamos flotando en el espacio, y además nos movemos muy rápido. Tú te estás moviendo ahora aunque estés sentada”. 


Entonces mi abuela empezó a reirse y yo con ella. Me dijo:



- “Anda, nieto, no me tomes el pelo”.   


Mi abuela era muy respetuosa con Galileo y Newton. Nunca le oí una mala palabra hacia nadie, incluidos los científicos. Mujeres y hombres como ella aprendieron a reir entre la guerra y el hambre. De esta se reía Escobar con su Carpanta y de aquella, el genial Gila.   


Yo llegué a tiempo para comprender en los 70 que nos reíamos de la represión sexual de decenios de censura franquista. Pagaba en el cine para sonreirme con aquellas caras de lascivia de Landa, Pajares y Esteso o los ojos saltones de Alvaro Vitali al ver a Edwige Fenech en la ducha. . 


Es tan de otra época El Risitas que en pocos años, la palabra “cuñaaaao” que él popularizó en un orgasmo colectivo de risa, la generación Z y la milenial la han convertido en un insulto soberbio. En esta nueva era post-Risitas son impensables programas de televisión de anteayer como ‘No te rías que es peor’ o ‘Saque bola’. Nadie se arriesga a ir a la cárcel por oír o contar chistes de Arévalo


Hace años, en los colegios hacíamos eso el día antes de vacaciones y hoy, en cambio, los escolares comparten amenazas, traumas y síndromes varios de psicólogos y couches de subvención. 


El Risitas o Chiquito de la Calzada contagiaban risa sin necesidad de ideas ni conceptos de por medio. Los chistes son hoy en realidad proclamas y arengas y los programas de humor se confunden con los informativos. Cerraron los Guiñoles del Plus y abrieron el Intermedio, con jóvenes envejecidos y guionistas mal pagados que hacen de la realidad una mueca deforme sin ganas. El siglo XXI es el de los ‘agelastas’, viejunos monologuistas que no pueden hacer humor sin moralina, sin sermonear desde un púlpito u otro. 


La risa pasa en esta dura época puritana mil formularios burocráticos en nuestras mentes. Hoy nos reímos solo con los chistes que nos dan la razón. Es gracioso solo lo que adula nuestro ego y denigra al contrario. Hemos limitado nuestro humor y lo hemos convertido en un mueble viejo sin sentido. 


Nunca ha  salido más risa de mi cuerpo que con Faemino y Cansado, Harpo, Gomaespuma, los hermanos Zucker, Monty Phyton o Paco Calavera. Afortunadamente nos quedan los ‘chanantes’, Juan Carlos Ortega y Rafa Corega, entre otros. 


El viernes reí a pierna suelta viendo a Pepe Céspedes y Calavera en el Cervantes. Quizás hace veinte años, mi amigo Paco hubiera escrito un gag inspirado en Ruben Castro, el primer hombre embarazado de España. Mientras que el Risitas dejaba este mundo de humor panfletario este hombre trans traía al mismo su bebé. Me acordé de Andrés Pajares e imaginé estar de nuevo con mi abuela: 


-Abuela, ¿sabes que un hombre ha sido mamá en España? 


Me miraría primero con una sonrisa pícara. 


- “Qué sí abuela, se trata de un hombre que nació mujer y se ha cambiado a hombre con todo derecho pero ha mantenido su capacidad de nacimiento de engendrar y parir. Y lo ha hecho”.  


- “¡Entonces es una mujer!”. 


- “Que no abuela, que es un hombre, un hombre trans”. 


Mi abuela reiría ya sin parar, como El Risitas, sin necesidad de comprender nada, respetuosa con las personas, también los científicos. Y me diría: 


- “Anda, nieto, no me tomes el pelo”. 


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