Hace ya más de treinta años que murió el profesor Laurence Johnston Peter, conocido mundialmente, tras la publicación de su ingenioso y deslumbrante libro, "The Peter Principle", a finales del decenio de los sesenta del siglo pasado.
El principio de Peter, demostrado empíricamente después a través de investigaciones en varias universidades, se basaba en la premisa de que todo individuo asciende en su cometido laboral y profesional, hasta que alcanza su nivel de incompetencia. Un buen vendedor puede llegar a convertirse en un nefasto jefe de ventas, y un excelente jefe de ventas asciende hasta que se estrella como director regional o director general.
Antes de ayer observé a una recién ascendida concejal, elevada a la categoría de delegada del Gobierno, en uno de sus primeros actos, y, confieso que, al principio, creí que se trataba del anuncio de una nueva serie de televisión, de esas que se basan en la hipérbole para crear momentos de humor. Pero se trataba de una rueda de Prensa de la recién ascendida con el alcalde de la capital de la Comunidad, y allí comenzó a reñirle en público al alcalde hasta declarar lo que ella entendía como delegada del Gobierno.
Y no era la alta autoridad, al mando de la Policía, para garantizar la libertad de los ciudadanos y el orden, sino que declaró que su cargo significaba -según ella- la defensa vigilante del Gobierno ante quienes lo criticaran. Es decir, que la ascendida concejal cree, y así lo expuso, que no está al servicio de los ciudadanos de esa Comunidad, sino al servicio de los intereses del partido que la ha nombrado, o sea que no es la delegada del Gobierno, sino la Comisaria Política del partido que gobierna. Se agradece la brutal sinceridad, pero también se gana la falta de respeto de los ciudadanos, con lo que el principio de Peter se vuelve a evidenciar: posiblemente su partido ha perdido una buena concejal y ha logrado que la señora alcance su nivel de incompetencia.
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