Según una antigua tradición, san Indalecio es uno de los Varones apostólicos y obispo fundador de la primitiva Iglesia hispanorromana de Urci. Después de implantar la fe entre los pobladores, habría padecido el martirio. Con la invasión musulmana se perdió el rastro de su sepulcro hasta que fue hallado en 1084 por el monje Evancio, tras reconocer la inscripción «Hic requiescit Indaletius primos Pontifex Urcitanae Ciuaaiis», que indicaba su lugar de enterramiento en la iglesia de Pasquena (actual Pechina), sede de la Iglesia urcitana hasta la primera reconquista de la ciudad en 1147. Trasladadas sus reliquias al monasterio de san Juan de la Peña, en el valle oscense de Atarés (actual diócesis de Jaca, Huesca), parte de las mismas fueron devueltas pasado el tiempo a Almería, en el pontificado de Mons. Rosendo Álvarez Gastón, y colocadas bajo el altar de la capilla mayor de la catedral con la leyenda «Ex ossibus sancti Indaletii».
Está verificada la presencia y asentamiento en nuestra diócesis de cristianos que llegaron en su mayoría motivados por las expectativas del comercio a través del tráfico marítimo del Portus Magnus y que dejaron sus huellas de su fe en diversas expresiones artísticas y devocionales. En efecto, desde el siglo III encontramos pruebas irrefutables de esa presencia cristiana en Abdera (Adra), Abula (Abla), Baria (Villaricos), Vergi (Berja) y Urci (Pechina) donde se han encontrado piezas de este periodo paleocristiano de primera magnitud tales como la imagen del Buen Pastor hallada en el pago de Quiciliana (villa de Gádor) o el sarcófago de Berja datados en el siglo IV. A mediados del siglo III, en las actas del Concilio de Elvira, el primer concilio que se celebró en la Hispania Baetica, encontramos entre los participantes al anciano obispo Cantonio y a los presbíteros Jenaro de Urci y Emérito de Baria.
El «Ebretno» o «Índice de Alegría» es la más antigua biografía de san Indalecio. En la portada de tan grande obra se lee el siguiente título: «Índice de Alegría Sagrada» que es epítome de la vida y traslación de san Indalecio, según la tradición, uno de los siete discípulos del apóstol Santiago el Mayor que, entre otros títulos, reciben el de «Maestros y Fundadores de la primitiva Iglesia de España». La obra que aparece dividida en tres partes se publica por el Dr. D. Fr. Bernardino Antonio Echeverz, monje del Real Monasterio de san Juan de la Peña, conocido como el Ebretno. El Arca que contiene los restos del Varón Apostólico Indalecio fue cubierta de plata y esmaltada de oro a expensas del abad Melchor de san Juan de la Peña.
La capilla de san Indalecio de la Catedral de la Encarnación de la ciudad de Almería se construyó en torno a 1562 en un estilo renacentista purista, diseñado por Juan de Orea. En su recinto celebraba habitualmente audiencias el Tribunal de la Santa Cruzada. En 1743, el obispo agustino, Fray Gaspar de Molina y Rocha, dedica la capilla a san Indalecio. Pasado el tiempo, fue mejorada por el obispo Sanz y Torres, que encargó al imaginero murciano Francisco de Salcillo la imagen que sería bendecida en 1779 y que presidió la capilla hasta el año 1936.
En 1621, promovido por el Obispo Portocarrero, se nombra a san Indalecio patrono del Obispado y Diócesis de Almería. Un año antes el Cabildo de canónigos acordó «que la fiesta de san lndalecio se celebre el 15 de mayo...». Y en el año 1623 el Cabildo acuerda: «que la noche antes se haga señal con las campanas a repique solemne; y que el día se haga procesión, sacando la reliquia con palio, y la cera que se pudiere; y que haya sermón; y que si la ciudad viene por ciudad, se le dé el palio a los Regidores».
La imagen que hoy preside la capilla de san Indalecio para la veneración de los fieles en nuestra catedral-fortaleza salió del taller de nuestro paisano Jesús de Perceval. La fábrica y el retablo han sido restaurados recientemente bajo el pontificado de Mons, Adolfo González Montes.
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