Los cabecillas del “procés” se mofan de los indultos, pero no bien se decreten, se abrazarán a ellos sin hacerles ningún asco. En la farsa que embarcaron a la mitad de los catalanes, catalán arriba, catalán abajo, todo fue así y todo, por las limitaciones actorales de las cabezas de cartel, así lo sigue siendo.
En fingido desdén por los indultos que aceptarán encantados se inscribe en la tónica que dichos primeros espadas imprimieron desde el principio a la opereta de la “desconexión”, del referéndum de andar por casa, de la declaración unilateral y por las bravas de una independencia que duró menos que el encuentro entre Sánchez y Biden, y del epilogal mutis por el foro del Capitán Araña, Puigdemont, y de algunos de sus subordinados: la tónica de la fabulación y de la mentira continuadas a un pueblo, el catalán, que no necesita independizarse de España para ser independiente, esto es, para ser quien es.
Los que van a recobrar la libertad, pero aún más los que no la perdieron porque huyeron cobardemente tras incendiar y empobrecer su tierra, se burlan de los indultos no porque, como dice el beneficiado Oriol Junqueras, éstos revelan la debilidad del Estado, sino porque revelan, sorprendentemente, su fortaleza. Lo que revela la debilidad del Estado es, como ocurrió, que el partido que gobernaba corrompiera a la policía para que, en vez de perseguir el delito, delinquiera para esconder sus ilícitos, y no la generosidad, la clemencia y la apuesta por la reconciliación y el entendimiento político, que lo que revelan es todo lo contrario, el vigor necesario para afrontar y vencer los retos que la vida de una nación va poniendo.
Es cierto que Junqueras se refiere principalmente a la parte del Estado que compone la Justicia que dictó contra él y los suyos penas severas y a los que señala como caguetas ante la posibilidad de que Europa le enmiende la plana con el escándalo subsiguiente, pero no lo es menos que siendo los delitos que perpetraron mucho más políticos que penales, sobre el particular, sobre las gravísimas responsabilidades políticas en que incurrieron con su comedia secesionista, Europa ni dijo, ni dice, ni dirá ni pío, pues ello compete en exclusiva al ámbito de la soberanía nacional y a la integridad territorial de la nación.
La debilidad, según Junqueras, es esa fortaleza que tiende la mano franca y desarmada a quienes, pese a sus desdenes y tufos de cara a la galería, no les queda otra que estrechar.
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