Hoy entra en vigor la Ley de Eutanasia, una norma aprobada el pasado 18 de marzo por una amplia mayoría parlamentaria que permitirá a cualquier persona solicitar ayuda médica para morir si padece una enfermedad incurable que le provoca un sufrimiento constante e insoportable. España es el séptimo país en el mundo que aprueba una ley semejante.
A quienes la caricaturizan apocalípticamente presentándola como una ley que legaliza el asesinato de Estado o convierte a España en un “campo de exterminio”, como dijo hace unos meses el inefable obispo de Alcalá, conviene recordarles que la lean. Porque es una ley garantista que preserva el derecho de quien desee dejar el final de su vida en esos momentos críticos al albur de su propia naturaleza y, eventualmente, a los profesionales sanitarios que por motivos de conciencia no quieran practicarla.
El PP y Vox, que votaron en contra de la ley, la han recurrido ante el Tribunal Constitucional. Alguien puede pensar que el partido de Casado se ha visto arrastrado por el de Abascal, pero no. El PP emprendió una feroz campaña en su día contra el doctor Montes por unas sedaciones practicadas que consideraban meros asesinatos. Quisieron acabar con su carrera profesional y verlo en la cárcel. Gobernaba en la Comunidad de Madrid la liberal Esperanza Aguirre, mientras el actual asesor de la liberal Isabel Díaz Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, se paseaba por los platós llamando nazi a Montes. Aunque el doctor fue finalmente absuelto, nunca le pidieron disculpas por los ataques.
Por eso hoy es un buen día para recordarle. Y para rendir memoria y homenaje a personas como Ramón Sampedro, Inmaculada Echevarría, Luis de Marcos, María José Carrasco, Maribel Tellaetxe, Antonio Aramayona y tantos otros que, ante un final de vida insoportable, pidieron ayuda para morir dignamente como voz que clama en el desierto. Ellos abrieron el camino. Ahora el PP y Vox pretenden que el Tribunal Constitucional vuelva a cerrarlo. Están en su derecho. Y solo cabe pedir a sus magistrados la celeridad que requiere despejar dudas sobre un asunto tan delicado.
Seguramente, aunque el TC declare su absoluta constitucionalidad, quienes se oponen a la ley seguirán oponiéndose a su práctica. Pero no debemos preocuparnos. Nuestra historia reciente está preñada de antiabortistas que acompañaban a sus parejas o a sus hijas a Londres para abortar, solemnes defensores de la indisolubilidad del matrimonio que acumulan a estas alturas varios divorcios, aparentes heterosexuales que vivían su homosexualidad en secreto mientras clamaban contra ella desde sus escaños o sus púlpitos.
Y también es larga la lista de políticos que sumaron su firma y su apoyo a sucesivos recursos de inconstitucionalidad contra leyes de las que después han disfrutado o de las que han disfrutado personas cercanas. Así que ahora que el PP y Vox recurren esta Ley de Eutanasia, solo les deseo sinceramente, sin ápice de ironía, que nunca tengan que recurrir a esta ley que ahora pretenden matar. Porque tengo para mí que muchos de ellos, llegado el caso, lo harían.
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