Naturalmente, no es cierto, contra lo que Pablo Casado ha ido diciendo en Bruselas, que Pedro Sánchez vaya a tratar sobre la amnistía y el referéndum 'secesión sí-secesión no' en la Mesa de negociación que próximamente se formará entre el Gobierno central y el Govern catalán que encabeza Pere Aragonés. Ha sido, sin duda, un error del líder de la oposición plantear en el corazón de la UE la gran polémica nacional sobre los indultos en términos apocalípticos, como si fuesen una 'humillación' al país entero.
Sobreactuar suele tener un 'efecto boomerang' y hace que 'la otra parte', es decir, medios afectos al Ejecutivo de Pedro Sánchez, lleguen a acusar al líder de la oposición de algo que es otra obvia falsedad: que está tratando de boicotear en Europa la llegada a España de los fondos de rescate. Dislate sobre dislate, mentira sobre mentira: Gobierno y oposición están errando mucho en esta cuestión, provocando que la nacional-crispación se dispare casi tanto como el precio de la luz.
No, no es verdad que Sánchez vaya a ser quien propicie la independencia de Cataluña, por mucho que se equivoque en sus métodos y en el modo de tratar a sus interlocutores 'indepes'. Ni es verdad que Casado, que también pienso que yerra no poco situándose en el 'no a todo' y permitiendo que Vox le empuje por un camino de absurda radicalidad, quiera procurar mal alguno para los intereses económicos del país: faltaría más.
Tampoco es cierto, por otro lado, que los indultos sean ilegales, como viene afirmando una parte de la oposición, mientras otra parte, horrorizada, contempla cómo se presenta contra las medidas de gracia una multitud de recursos que no prosperarán previsiblemente ante los tribunales. Ni las concentraciones en la Puerta del Sol, ni la recogida de firmas -bastante fallida_contra los indultos son una buena estrategia de oposición a una medida gubernamental contra la que está al menos un sesenta por ciento de los españoles no catalanes, por mucho que haya algún obispo y algún empresario a favor.
El Gobierno también tiene su parte de culpa en el gran desencuentro que ha supuesto la concesión de unas medidas de gracia que quizá fuesen incluso convenientes, sí, pero que se han gestionado inhábilmente y con escaso deseo de conciliación con un sector importante de la política y de la opinión pública. No se entiende, por ejemplo, que, antes de aprobarse en el Consejo de Ministros, el tema no haya pasado por el Parlamento, el gran olvidado en los procedimientos expeditivos del equipo de Pedro Sánchez: algún día habrá que hablar de la postración en la que se ha colocado al Legislativo desde el Ejecutivo, con la complicidad de la presidenta de la Cámara Baja.
Tampoco se explica que los indultos sean la primera 'concesión' a los independentistas, incluso antes de poner en marcha la Mesa de negociación, en vez de la última. Ahora, una vez en la calle los presos del 'procés', seguirá una catarata de exigencias por parte de los independentistas, como los ya mentados amnistía y referéndum secesionista.
Cada día es mayor el clamor que nos habla de la necesidad de un urgente entendimiento entre el PSOE y el PP. Me resulta inaudito que Sánchez reciba en Moncloa antes a Pere Aragonés que a Pablo Casado, y que, a su vez, este último se empeñe en un 'no' a cuanto se mueve sin pararse a pensar en las consecuencias. Así, Gobierno, oposición, instituciones (sobre todo el Legislativo y el Judicial, sin pararnos a considerar el papel que se le fuerza a hacer al Rey) salen enormemente dañados de este lance de los indultos, uno más de los que van jalonando la tristísima historia de las 'dos Españas', que nos congelan, entre las dos, el corazón. Adivine usted a quién(es) le(s) aprovecha todo este embrollo.
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