Y resulta muy cansino, un año y medio después seguir con esta cantinela instando a la precaución. No, el virus no se ha ido, sigue aquí, acechando. Los miles de adolescentes contagiados en los viajes de fin de curso y las macro fiestas, son la prueba más evidente del riesgo de quitarse las mascarillas. Puede que ellos, adolescentes, pasen el Covid con síntomas leves, pero cualquier familiar en la franja de los sesenta años, con la pauta de vacunación a medias, puede acabar en una UCI, ahora que nos creemos todos a salvo. También los de treinta y los de cuarenta, a los que todavía no se ha vacunado.
Pero la necesidad económica y electoral hace que las dirigentes políticos autonómicos, junto al Gobierno, se hayan embarcado en una campaña de “vuelve la alegría”. Porque, si no... ¿Para qué se hace un Consejo de Ministros extraordinario para anunciar a bombo y platillo el fin de las mascarillas en el exterior y la bajada del IVA en la factura de la luz?
Supuestamente, en Baleares, la única comunidad a la que de momento van a poder viajar los turistas ingleses, es donde se han producido los contagios de los adolescentes que se saltaron todas las normas a la torera. Pero Francina Armengol, que sabe que sin turismo las islas no pueden sobrevivir, guarda silencio. Nada puede perturbar la imagen del mar, las playas y la alegría de recuperar las vacaciones. Aquí no pasa nada.
Se ha demostrado que “la Libertad” con la que Isabel Díaz Ayuso se llenó la boca en la campaña de las elecciones madrileñas y que tan buen resultado le dio, ha creado escuela y ahora todo lo que sea reprimir es tabú para los dirigentes políticos.
De nada sirve contemplar como Gran Bretaña, con un índice de población vacunada muy alto con una primera dosis, vuelve a caer en otra ola de contagios por la variante india, o Delta, como se la llama para ser políticamente correctos. O que Israel, país campeón en la compra de vacunas y el primero en “volver a la normalidad”,haya tenido que recuperar a todo correr las mascarillas.
Como si España, que ya ha vivido tres olas brutales de contagios y con unos pésimos datos de mortalidad, no fuera capaz de resistir hasta la inmunidad de rebaño.
Es cierto que los datos económicos son muy malos, que las empresas han tenido con la pandemia pérdidas mayores que con la crisis financiera de hace una década. Que llevamos cuatrocientos días de restricciones, de vida constreñida. Pero los jóvenes, porque la media de los pacientes ingresados en UCI ahora mismo es de cuarenta años, maldecirán el haberse jugado la salud, y puede que la vida, cuando quedaba tan poco tiempo para que el maldito virus, gracias a la ciencia, sea domesticado.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/217410/esto-no-ha-acabado