Pedro García Cazorla
23:15 • 21 ene. 2012
Llamé a su programa esta madrugada, gracias al móvil que encontré en el suelo cerca de la puerta de un colegio privado, quizás el niño no quiso decirles nada a sus padres para evitar problemas, pero el caso es que podía hacer llamadas. La primera fue a un concurso con premio de 5.000 euros, bastaba con decir nombres de provincias españolas con tres "a"; Granada, Álava, que fácil pensé mientras marcaba el número que aparecía en la pantalla, pero pasé más de tres horas a la espera y agoté los 50 euros de saldo. No dejaba de pensar, que era bastante raro que todos los que participaron fueran tan tontos como no para no poder dar con la respuesta. Podía vender el móvil a la mañana siguiente por unos 30 euros. Seguí haciendo zapping, hasta que apareció Lola de Jericó, lectora de una esfera de cristal por la que desfilaba el futuro tan claro como el agua. Hasta ahora nunca la había visto, Lola tiene ojos negros hipnóticos, es una mujer alta y de tez oscura, cubre su pelo azabache con un pañuelo y a diferencia de otras adivinadoras no se esconde detrás de una mesa, permanece de pie acariciando una bola de cristal a la que llama luna. Ahora pasa una mano sobre luna y sus dedos delgados trazan una curva invisible en el aire. Susurra al ojo de cristal, con su acento inconfundible de bruja, su mirada se pierde como si entrara en otro mundo y pregunta que quiero saber, como no se me ocurre nada digo: ¿Cuándo va a terminar esto de la crisis?. Y entonces una luz brilla desde dentro de la bola, aparece una nubecilla de humo y después el rostro el de un hombre, que parece el Ministro de Economía, yo diría qué es el Señor Guindo. El aparecido de la bola no para de dar cifras interminables, está como poseso por un delirio pitagórico. Al final de una retahíla inconexa, su voz cambia ahora es más grave casi de ultratumba, dice que no olvidemos que los números por su naturaleza son anteriores a todas las cosas y que los principios de las matemáticas, son los mismo principios que todos los seres. Entre otra llamada y alguien quiere que le diga el número que va tocar el sábado en la lotería: 049135, el siguiente quiere saber el que premiará la once: 11.387, otro le piden la combinación de la primitiva: 8,10, 15,33, 39 y 46, uno quiere que rellenar su quiniela, pero el ministro se niega, a la x no llego dice. Yo vuelvo a preguntar que número soy: Usted es el 83. El hombre de los números ha acertado, siempre me he sentido algo así como el 83. Yo fui tomando nota y aposté según las instrucciones del experto adivino y economista, que en estos tiempos viene a ser lo mismo, pero al final de la semana, compruebo que no me ha tocado ni la pedrea, en la primitiva ninguno y de los ciegos ni la menor coincidencia.
Esta misma noche quiero hablar de nuevo con Lola de Jericó, para decirle que me ha engañado, antes de llamar abro un mensaje, mi compañía de teléfono dice que debo 83 euros. ¡Joder después de todo ese tío tenía razón!. No os dais cuenta acaso, antes eras lo que tenías y ahora somos lo que debemos.
Esta misma noche quiero hablar de nuevo con Lola de Jericó, para decirle que me ha engañado, antes de llamar abro un mensaje, mi compañía de teléfono dice que debo 83 euros. ¡Joder después de todo ese tío tenía razón!. No os dais cuenta acaso, antes eras lo que tenías y ahora somos lo que debemos.
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