Para llegar a grandes acuerdos no son necesarios grandes escenarios. Más bien al contrario. Mejor el silencio, la discreción para que los esfuerzos den sus frutos. Ocurre en política y en las grandes empresas que en muchas ocasiones los acuerdos que más valen son los acuerdos tácitos que no necesitan palabras ni liturgias porque satisfacen las necesidades de ambas partes incluso sin que entre ellas tengan que darse muchas explicaciones.
Este acuerdo tácito, que es el pacto del tiempo, es el primero y creo que sustancial tanto para Moncloa como para la Generalitat; es decir, para Pedro Sánchez y Pere Aragonès. Ambos han expresado en público sus diferencias , saben los dos que la mesa de diálogo convocada para la tercera semana de septiembre y que se celebrará en Barcelona no será más que una presentación de los trabajos que se abordarían en sucesivas reuniones. Saben, Sánchez y Aragonès que entre la autodeterminación y el reencuentro la distancia es infinita y acortarla va a necesitar tiempo, si es que alguna vez se acorta.
Y tiempo es justamente lo que necesitan ambos responsables políticos. Tiempo para culminar la vacunación, repartir dinero que llegue de Europa y mejorar _ojalá sea así_ los índices de paro y de precariedad. Aragonès necesita de estos dos años para llegar más o menos airoso a esa cuestión de confianza a la que se comprometió cuando resultó investido y poder dar algún paso que rebaje la beligerancia de sus socios de gobierno.
Han comprendido los dos que el tiempo les es imprescindible y se lo van a conceder mutuamente. Habrá presupuestos porque aunque haya desacuerdo en otras muchas cuestiones, los independentistas tienen la convicción de que mejor Sánchez que Casado y esa carta es que en última instancia tiene también el propio Sánchez. Llegado el caso siempre podrá decir a ERC: “vosotros veréis , el PP o yo” y ninguna duda de que los independentistas catalanes, si con sus votos pueden impedir un eventual gobierno del PP, lo harán. Y lo harán no porque se fíen de Sánchez, que no se fían, sino porque junto con ellos, estarán los nacionalistas vascos y Bildu y Compromís y Podemos. Estarán los mismos partidos que ahora sustentan al Ejecutivo.
Seguramente en lo que queda de legislatura habrá desencuentros, críticas y hasta vapuleos al Presidente del Gobierno como el que le dio Rufián cuando le recordó que también había dicho que no a los indultos y para la autodeterminación “denos tiempo”. Pero nada ocurrirá. No veremos en Sánchez ni un amago de indignación con sus socios, ni un gesto de desprecio o de altivez digan lo que digan. Nunca contestará a Rufián o a la portavoz de Bildu con el tono, el gesto y la rotundidad con la ha enmendado a su ministro de Consumo. No lo veremos.
Y así va a ser no tanto porque quiera garantizarse dos años más en Moncloa sino porque lo que pretende es ir tejiendo la próxima legislatura. El futuro no está escrito y es muy arriesgado hacer futuribles, pero es muy posible que Pedro Sánchez salga a competir en las próximas elecciones con la certeza de que el actual pacto que garantiza culminar la legislatura se convierta, de manera tácita, en el pacto del tiempo. Solo una mayoría absoluta de la derecha puede impedirlo. Nada más.
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