El libro que escribirá Iván Redondo

Redondo quiere, dice a sus amigos, escribir un libro y ‘cruzar el charco’

Fernando Jáuregui
07:00 • 12 jul. 2021

Busco afanosamente, y no las encuentro, explicaciones a algunas de las muchas incógnitas sobre el cambio de ministros, que este lunes se oficializa con la promesa del cargo ante el Rey de los que entran y que el martes asistirán a su primer Consejo. No acabo de entender por qué Pedro Sánchez ha prescindido de golpe de sus principales y leales apoyos, en general, y del 'más que ministro' Iván Redondo, en particular. Algo muy gordo ha ocurrido, sin duda, para que el 'Godoy de La Moncloa', el hombre que todo lo planificaba y que tanto poder había acaparado, salga casi por la puerta de atrás, sin que el presidente, que mencionó elogiosamente a todos los ministros salientes, se acordase siquiera de él en su breve comparecencia -sin periodistas, claro_ para anunciar al país los cambios.



Nadie, ni siquiera esos, los más informados, a los que Redondo les susurraba noticias que a otros velaba, esperaba, me consta, el cese del gurú, que es como dar carpetazo a tres años de gobernación de Sánchez desde que, atendiendo a las recomendaciones del ahora defenestrado, propició una sorpresiva moción de censura contra Rajoy. En estos tres años ha habido de todo, bueno y malo, incluyendo una pandemia que devastó algunos planes políticos, desgastó a todo el Ejecutivo y contempló cosas tan sorprendentes como la salida de España de quien había sido su jefe del Estado durante casi cuarenta años o la abrupta dimisión del vicepresidente más, ejem, 'peculiar' que haya conocido gobierno occidental alguno. O sea, Pablo Iglesias. Que, por cierto, mantuvo, mientras duró, una muy buena sintonía con Ivan Redondo.



Ninguno de los dos permanece ya junto a la fuente de todo poder, Pedro Sánchez, que inicia una nueva y sin duda diferente travesía con Yolanda Díaz en lugar de Pablo Iglesias (creo que gana en el cambio) y con Oscar López y Félix Bolaños en lugar de Redondo y Carmen Calvo (posiblemente, también gana). Y, eso sí, con varias caras nuevas de mujeres que han tenido responsabilidades municipales desempeñadas con bastante acierto en general, pero que quién sabe si podrán afrontar los retos nacionales que llegan sobre el Ejecutivo. Menos mal que el equipo económico, que ha sido lo que mejor ha funcionado en el ejército de Pancho Villa que era el ejecutivo de Sánchez, se mantiene.



E igualmente se mantiene, lo que no me parece tan bien, el equipo dejado en herencia por Iglesias, que, salvo el caso de Yolanda Díaz, que es una figura atípica por muchas razones, no ha aportado nada digno de mención a la gobernación del país, excepto líos. Eso sí, los 'morados' van a permanecer en una especie de gueto, apartados de las grandes decisiones que a partir de ahora se tomen, desde las económicas hasta la negociación con el independentismo catalán.



No espero que Sánchez, el hombre que aborrece la presencia de periodistas en su entorno, nos explique nunca las claves de una remodelación ministerial que era a todas luces precisa porque había ministros que pasaban de 'tiznados' a claramente abrasados. Pero sí espero, porque él mismo ha sugerido que podría hacerlo, que el hombre que estaba como perejil en todas las salsas acabe, ahora que ha abandonado su despacho en La Moncloa, publicando un libro en el que cuente detalles y pormenores sabrosos de lo ocurrido en estos tres años de gobernación loca. Y cómo y por qué, cuando todos pensaban que 'Godoy' extendería aún más su poder sobre Carlos IV, de pronto 'mandó parar'.



Él, el valido, dice que ha sido por voluntad propia, lo que casa mal con el acaparamiento de funciones que había logrado. No acabo de creerme que lleve dos meses pidiendo al presidente su relevo. Pablo Iglesias, que igualmente ha dejado mucho por explicarnos, se marchó para hacer televisión, parece, y a saber qué otras diabluras. Redondo quiere, dice a sus amigos, escribir un libro y 'cruzar el charco'. Falta le va a hacer poner millas por medio si lo que cuenta en el libro indiscreto provoca rayos de ira en el Zeus de todo poder. Yo, desde luego, le animo a que nos cuente todo, todo, todo. Nos quedaremos mudos del asombro. O del espanto.





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