En los últimos años, el PSOE ha ido calificando a España de muchas maneras (federal, federal asimétrica, plurinacional,…) con tal de poner en cuestión su unidad tradicional y tratar así, al parecer, de preservar la cohesión del Estado. Ahora le toca el turno a un invento lingüístico más (España multinivel), que no será el último y que tampoco tendrá el éxito aglutinador que no tuvieron los anteriores.
Todo se reduce a la paradoja de dar satisfacción al independentismo catalán evitando la ruptura del Estado. El decir, que los separatistas se sientan independientes pero sin serlo del todo, es decir, con una independencia práctica aunque no jurídica.
La prueba de que tal concesión no contenta a los soberanistas es la ausencia del presidente de la Generalitat en la reunión con sus homólogos, a los que no considera como tales, pues ellos son unos presidentes autonómicos, mientras que él representa a un Gobierno que trata de tú a tú al español en reuniones bilaterales entre entidades iguales.
Es una prueba más de que, según ellos, a Cataluña no le valen las leyes que se aplican a los demás. Ahí tenemos, si no, su empecinamiento separatista tras los indultos, por un lado, y el aval institucional para pagar la multa por malversación ante el Tribunal de Cuentas, por otro. Si no más, esto es como si el ladrón pidiese al robado el dinero para pagarle así lo sustraído: un dislate.
Por eso, por muchos inventos lingüísticos que se le ocurran a nuestros políticos, eso no facilitará las cosas mientras la ley se siga toreando y en vez de la Constitución (o, en su caso, su reforma, eso sí) se apliquen martingalas.
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