Las organizaciones políticas tienen, entre sus deberes, criticar y presionar al Gobierno cuando este lo hace mal, yerra o comete irregularidades. Y, en este sentido, me parece plausible que Ione Belarra, como responsable orgánica de Unidas Podemos, haya criticado agriamente al ministro del Interior por el muy opaco y cuestionable traslado de setecientos menores marroquíes a su país de origen, aparentemente tras un acuerdo con Rabat. También organizaciones humanitarias han reprobado esta forzada repatriación de quienes, en cualquier caso, entraron de manera ilegal en España y hacían invivible la cotidianidad en Ceuta.
Lo único que resulta curioso es que la señora Belarra haya expresado sus ataques al Gobierno* siendo ministra. No es, claro, la primera vez que algo semejante ocurre. Y claro, no queda otro remedio que pensar que Pablo Iglesias se fue del Ejecutivo de Pedro Sánchez dejando en herencia a su correligionaria podemita Belarra* para que dé la tabarra dentro de ese mismo Ejecutivo.
A poco más se reduce, por lo que vemos, el papel de la ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030. Porque lo evidente es que la primera parte de su enunciado ministerial es algo etéreo que, en el mejor de los casos, se tramita en otros ministerios, conectados directamente con el Estado de bienestar. Y ya hemos visto que de la prospección del futuro se ocupa directamente el Ministerio de la Presidencia, hoy en manos de Félix Bolaños, y no el Departamento de Belarra, por mucho que esta haya creado una Secretaría de Estado para esta Agenda 2030 y la haya colocado bajo la dirección de Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España.
La pervivencia, en el Gobierno de Pedro Sánchez, tanto de Belarra y su Ministerio como de Irene Montero y el suyo, el de Igualdad, no es sino la consecuencia del pacto de coalición suscrito por Pedro Sánchez con el entonces secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, hoy fuera de la política tras fracasar en las elecciones autonómicas madrileñas. Pero tanto Belarra como Montero (Irene), Alberto Garzón (ministro de Consumo) y Manuel Castells detentan carteras sin verdadera responsabilidad ni alcance, lo que no es el caso de la también representante podemita (aunque no milite en Podemos), la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, ascendida a vicepresidenta siempre en cumplimiento de los acuerdos PSOE-Podemos.
De Díaz sí puede, al menos, afirmarse que cumple esa misión de ‘dar la tabarra’ a la mayoría del Ejecutivo, pero desde posiciones informadas y en las materias de las que tiene encargado ocuparse: es, en todo caso, una crítica constructiva y no pocas veces necesaria, al menos desde una perspectiva de izquierda. Belarra y Montero, en cambio, con sus críticas y propuestas desenfocadas apenas están justificando su presencia y responsabilidades en Unidas Podemos; y, así, tratan de meter la nariz en todo, secundadas por el portavoz parlamentario Pablo Echenique, que mantiene un léxico que no pocas veces roza el absurdo.
En los últimos días han criticado, además de la expulsión irregular de los niños marroquíes, el acuerdo para la ampliación del aeropuerto de El Prat (que ciertamente ha disgustado a las organizaciones ecologistas), y la inacción del Gobierno en lo referente al precio de la luz. Eso, sin contar con los innumerables desacuerdos que jalonan el año y siete meses -se cumplieron este 13 de agosto_ de existencia de una coalición que ha perdido su virtualidad y su razón de ser más allá de cimentar la permanencia de Pedro Sánchez y el PSOE en La Moncloa.
Ignoro durante cuánto tiempo puede mantenerse el sinsentido de albergar en el Gobierno a alguien que, simplemente, ‘da la tabarra’ a ese mismo Gobierno. Pero qué duda cabe de que es un contrapeso que dificulta la labor del Ejecutivo y le hace perder credibilidad: véase, si no, el lío en el que varios ministros se han metido a la hora de quitarse de encima la propuesta podemita de crear una empresa nacional de energía para solucionar el alza en los precios de la electricidad. Una propuesta que ha puesto de manifiesto la descoordinación existente aún en el ‘nuevo’ Gobierno remodelado el pasado 10 de julio. No sé si el ‘nuevo’ titular de Presidencia, que sustituye a Carmen Calvo en las labores de coordinación del elenco ministerial, será capaz de frenar la ‘tabarra’ interna. En ello le va la vida, a medio plazo, al Gobierno.
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