Las muchas apuestas cruzadas no son capaces de desvelar si el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, va a ser capaz de encarrilar las amenazas de VOX y mantener la legislatura hasta noviembre de 2022.
El más preocupado, sin duda, de la deriva de la extrema derecha, que ya votó en contra del proyecto de la ley del suelo, es el vicepresidente Marín, de Ciudadanos. Y no es de extrañar su temor dado que, en cada convocatoria electoral, su formación se asoma al abismo de la irrelevancia. Él es una excepción al seguir como vicepresidente en un gobierno autonómico.
En una entrevista radiofónica, esta misma semana, Juan Marín aseguraba que tanto al presidente andaluz del PP como a él mismo “pueden corrernos a gorrazos” si adelantan los comicios. Aunque hablaba en plural, no parece que Juan Manuel Moreno vaya a tener tan negro futuro como el suyo. El presidente de la Junta de Andalucía ha basado su gestión en demostrar que después de cuarenta años de poderío socialista había otra forma de hacer las cosas.
Sin la permanente exposición pública de Diaz Ayuso, con muchos proyectos de ley que, lamentablemente, dependen de los votos de VOX, ha conseguido que las encuestas le sean claramente favorables. Si a eso se le suma la crisis interminable en la dirección del PSOE andaluz, con la resistencia numantina de Susana Díaz a dejar el poder y la llegada de Espadas de la mano implacable de Pedro Sánchez, un adelanto electoral no supondría el mismo coste que para Juan Marín.
La excusa que utilizó VOX para reclamar elecciones fue la llegada a Andalucía de jóvenes que saturaban los centros del menores de Ceuta tras la crisis con Marruecos. Pero es que han perdido hasta el argumentario: las relaciones con el vecino del Sur entran en nueva fase tras la salida de Laya de Exteriores y ya se ha firmado un acuerdo para el retorno de los más de setecientos menores que entraron en la ciudad autónoma en mayo y que este viernes han empezado a cruzar la frontera de vuelta a casa.
Pese a que Juan Manuel Moreno dejó claro en mayo que -de comicios nada-, algo se mueve en Sevilla. Los presupuestos que VOX amenazó con bloquear no serían un problema, pueden prorrogarse un año más los anteriores. Pero lo que no quiere el dirigente popular es que, en el último año de su mandato, el Parlamento Andaluz se convierta en un guirigay que merme su imagen de hombre sensato.
De ahí la desesperación de Juan Marín, que insiste en que “somos uno de los gobiernos más sólidos y trabajamos de la mano con una enorme complicidad”. Posiblemente tema que su mano ya no sea necesaria si hay adelanto electoral.
Mientras, Andalucía trata de protegerse de la inclemente ola de calor que asola con especial inquina el valle del Guadalquivir, donde ayer Córdoba alcanzó los 47º. El otoño bajará los termómetros, pero no la temperatura política.
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