Lo que diferencia a Margarita Robles del resto de los miembros del Gobierno, de este y de los anteriores, es que siempre tiene presente el factor humano. Por decirlo claramente tanto en las políticas que lleva a cabo desde el ministerio de Defensa como en sus manifestaciones públicas siempre prima su preocupación por la gente.
Estos días la ministra de Defensa gestiona una de las situaciones más difíciles a las que se ha enfrentado en su larga carrera en el servicio público, nada menos que la evacuación de los ciudadanos afganos que han venido colaborando además de con los soldados españoles desplazados allí con otras organizaciones españolas que operaban en Afganistán.
No sé a ustedes pero a mí me han emocionado las imágenes que hemos visto de nuestros soldados saliendo del recinto del aeropuerto para ayudar a los ciudadanos afganos y a sus familias desesperados por poder huir de su país ante la toma del poder de los talibanes.
Soldados, mujeres y hombres arriesgando sus vidas con valentía y honor que merecen nuestro reconocimiento y aplauso al igual que el resto de los funcionarios españoles que están haciendo lo imposible por ayudar en la evacuación.
Como impresionantes son también las imágenes de las tripas de los aviones que traen a esas familiar afganas nuestro país.
Creo que es un motivo de orgullo la que está siendo la actuación de las fuerzas del Ejército español desplazadas en Afganistán.
Pero volviendo al hacer de la ministra de Defensa tengo la impresión que muchos ciudadanos descubrieron su calidad humana cuando la vieron llorar en el Palacio de Hielo ante los ataúdes de las víctimas del Covid.
Fue la única persona del Gobierno que se unió con sus lágrimas a las lágrimas de tantas y tantas personas que directa o indirectamente, por la enfermedad y pérdida de sus familiares, eran víctimas del maldito virus.
Ahora, en la crisis de Afganistán, es Margarita Robles la que en todas sus declaraciones pone por delante la tragedia humana de cuanto sucede a cualquier otra consideración.
Margarita Robles habla sobre las personas, se lamenta del fracaso que está suponiendo la manera en que Occidente, con Estados Unidos en cabeza, deja Afganistán, y se duele de la tragedia aún mayor que se va a cernir sobre aquél país en el que las mujeres serán las primeras víctimas. Y no, no esconde sus opiniones, dice en voz alta lo que piensa.
A la ministra no le duelen prendas en confesar que está situación es durísima y con una sinceridad que estremece ha admitido que a causa del caos que ya reina en Kabul se quedarán en tierra muchos de los afganos que colaboraron con los militares españoles y con otros organismos.
Otra diferencia de esta ministra respecto a otros políticos, incluido Pedro Sánchez, es que no va poniéndose medallas, que no busca la foto para quedar bien en medio de este drama. Es decir, no confunde la política con la propaganda, simplemente trabaja, actúa haciendo lo que le es posible, lo que está a su alcance para paliar el drama que se vive en el aeropuerto de Kabul y que va extendiéndose como una mancha de aceite por todo Afganistán.
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