Sánchez presume, alardea de que todo va bien y Casado se impacienta y riñe. En los discursos del Presidente del Gobierno no abundan las palabras que crean, ni las palabras que permanecen. Lo que abunda es el empleo recurrente del pronombre personal “yo”. En ese territorio ha llegado lejos, hasta hablar de “mi persona”. En su decir, todo son logros.
A la oposición la ubica en lugar ancilar. Al PP con una mano les exige lealtad en los asuntos de Estado y con la otra les machaca asociándoles con la extrema derecha. Suena a cinismo dicho por quien no es que esté asociado, es que se mantiene en La Moncloa porque gobierna con Podemos que es la extrema izquierda.
Sánchez que improvisa y cambia de guion adaptándose al terreno -repárese en la vuelta que le ha dado a la exitosa operación de repatriación llevada a cabo por nuestros militares en Kabul- maneja mejor que sus antagonistas el arte de la propaganda. Que es arte de la creación de realidades alternativas.
Frente a él, a Pablo Casado le cuesta dar con la tecla. Riñe. Le sobran argumentos pero los expone en tropel y su sinceridad choca contra la coraza del cinismo que tiene enfrente. A Casado le puede la impaciencia y le aceleran las encuestas. Los mismos argumentos con los que llena sus discursos expuestos con menos fogosidad, a la manera pausada de Núñez Feijóo, calarían más. A Sánchez, sus maniobras y contradicciones le hunden en las encuestas pero el tiempo -y la impaciencia de Casado- juegan a su favor. Faltan muchos meses de legislatura y Sánchez confía en los dineros, en el “manguerazo” de Europa, para reflotar la situación económica. También cuenta con que el final de la campaña de vacunación hará olvidar los errores en la gestión de la pandemia.
Por último, sobre todo, confía en el poder del olvido. En la memoria líquida de la mayoría de la gente. El día que lleguen las elecciones -qué llegarán,pero tardarán-, ¿cuántos ciudadanos se acordarán de la ignominia de los indultos o del pacto con Bildu? Esa es la expectativa que debería tener en cuenta Pablo Casado para administrar su impaciencia.
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