Quienes le conocen aseguran que Pablo Casado es una buena persona. No lo dudo, casi me atrevería a decir que se le nota en la mirada, la suya no es una mirada cínica ni de pillo, pero me parece a mí que va a necesitar algo más que bondad para andar por los callejones de la política.
Pablo Casado ganó de penalti el congreso que le convirtió en presidente del PP y desde entonces ha intentado afianzar su liderazgo sin convencer ni a propios ni extraños.
En mi opinión no ha encontrado ni el tono en las formas ni el contenido en el fondo para hacer una labor eficaz de oposición y al mismo tiempo convencer a los ciudadanos de que el PP y él mismo son una alternativa sólida y fiable para gobernar España.
Ha dado bandazos, a veces imitando a VOX, con discursos extremadamente de derechas y en otras ocasiones el bandazo iba en dirección contraria, despistando a sus propios electores.
Es buen parlamentario pero le falta ese plus para que Pedro Sánchez y compañía sientan que es un adversario a tener en cuenta. Le ningunea de continuo y él parece sentirse impotente e incapaz de dar una respuesta que ponga al Gobierno en su sitio.
A veces elige asuntos para hacer oposición que se le vuelven en contra, como el cuestionar la operación rescate de Kabul por más que luego ha intentado arreglarlo. O como su empecinamiento negándose a renovar los órganos institucionales como el Consejo del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Un grave error que me pasará factura porque demuestra su debilidad y pone en cuestión su sentido del Estado.
Tiene enemigos poderosos en su partido, pero también entre los poderes fácticos tradicionales, léase el poder económico que le ningunean cuanto quieren porque no creen que en el futuro pueda llegar al poder.
No ha sabido elegir buenos escuderos, unos son demasiado histriónicos, otros irrelevantes y no se vislumbra en su equipo personalidades con peso específico para ser los futuros ministros. Claro está que en este apartado tampoco hay que ser demasiado exigente habida cuenta de algunos de los miembros del Gobierno de Sánchez.
Quedan dos años largos para que se celebren las próximas elecciones generales, tiempo más que suficiente para que sea capaz de organizar un oposición creíble y eficaz sobre todo porque Ciudadanos se va desangrando por días y muchos votantes de centro se van a quedar huérfanos. De su pericia política dependerá si logra convencerles que el PP es un partido de centro-derecha con posibilidades de gobernar.
En ocasiones pienso que quizá Pablo Casado ha llegado demasiado pronto a coger el timón de mando de su partido, que quizá le faltaba rodaje, terminar de madurar como político.
Quizá si pierde las próximas elecciones en su partido no le quieran dar otra oportunidad. Ya se sabe que no hay peor cuña que la de la misma madera.
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