Buena escuela

Emilio Sánchez de Amo
07:00 • 11 sept. 2021

Como en otras muchas ocasiones, Bashira se levantó temprano, se aseó y vistió antes de tomar un pequeño desayuno, y su madre le dio los últimos retoques a la pequeña antes de coger su mochila escolar. Se trataba de un día especial, era la vuelta a las aulas y los nervios se reflejaban en un cosquilleo abdominal, aún a sabiendas de que volvería a ver a sus compañeras y compañeros. Su madre estaba más nerviosa aún que la pequeña, era consciente de las distintas adversidades a las que se enfrentaría, pero también sabía que la mejor manera de que su hija viviera con mayor dignidad que ella era asistiendo a la escuela, porque el conocimiento siempre enriquece, elimina fronteras, ayuda a empatizar, el conocimiento aplaca los miedos y nos da razones para encontrar caminos certeros y con cotas mayores de libertad para vivir, y la madre de Bashira lo sabe. Por eso la vistió y le cortó el pelo como a un chico afgano en este inicio de curso, pasando desapercibida ante el miedo de la terrible desigualdad y violencia de género del país.



Por desgracia, esta es la realidad de muchas Bashiras auténticas, que esperan temerosas la línea de acción del nuevo gobierno que se conformará tras la toma de poder de los talibanes en Afganistán, y que hoy nos sonroja al resto del mundo por no conseguir evitarlo. Claro que no es de extrañar cuando, en nuestro propio país, consentimos como sociedad comportamientos que poco distan de aquellos extremistas religiosos.



Es buen momento este, al comienzo de curso, para preguntarnos qué nos ocurre como sociedad, pues no aprovechamos esta gran arma para cambiar el mundo, que decía Mandela, que es la educación. Y es que los comportamientos de odio en nuestro país crecen preocupantemente. Es cierto que esta involución se está fraguando al calor de manifestaciones políticas populistas, radicales e intolerantes tras unos años duros de crisis económicas que azotan a los más vulnerables. Pero no es menos cierto que el ser humano debería utilizar el conocimiento para no dejarse manipular con tan burda facilidad, no nos restemos méritos ni nos despistemos porque, ya lo hemos visto en Afganistán, los opresores son como hormiguitas trabajando para volver a dominar nuestras voluntades, tienen “buena escuela”.









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