Si cada vez está mas claro que el PP, - por no decir, la derecha en sí – es un nido grillos; cuando mejor le van las cosas, aparece la lacra más grande que puede aquejar a un partido político, ¡LA ENVIDIA! Y no lo digo en balde ni con media tintas. Desde que llegó Rajoy a la Presidencia, las desgracias, fruto de las rencillas internas, de las luchas de clanes por subir apoyándose en la cabeza de los otros compañeros por el simple hecho de ser más brillantes o inteligentes; e incluso de la corrupción de la que ni se enteró el lamentable pontevedrés, se han sucedido a diario y de una forma inaceptable.
La derecha – siempre lo he dicho, necesita líderes que sean serios y duros, pero eso sí, sin llegar a caudillos -; y el PP, está lleno de mindunguis indecisos que son incapaces de ganar unas elecciones y que se supeditan a que pierda la izquierda. Ahora que las encuestas pronostican una derrota de la izquierda, necesaria a todas luces para España, estos niñatos y chiquilicuatres del PP que no han ganado ninguna elección en su vida (certeras palabras de Esperanza Aguirre) se enfrascan en luchas internas por taifas que serían incapaces de gobernar como ya ocurriera a Sancho Panza. Cuando el partido, con sacrificios y basándose en los errores del PSOE, asoma de nuevo la cabeza por las alcantarillas, un impresentable, colocado por uno más de los graves errores de la derecha como Secretario general del Partido, saca a colación la corrupción que destrozó al partido y que está sirviendo a la izquierda y sus pesebreros para desprestigiar a diario a quienes representan – o deberían de representar – a más de siete millones de españoles; tal y como sirviera a Carpanta la raspa de sardina que utilizó en cientos de cocitorios para saciar un hambre que el PP tiene por la incompetencia de sus dirigentes presos de una envidia sediciosa promovida por la impotencia congénita que les asiste.
La derecha, con unos líderes cada vez más medrosos y pusilánimes, se avergüenza de mostrarse con orgullo, cómo son o, por lo menos, cómo dicen que son – aunque la realidad, después de conocerles, es cómo deberían de ser – ; si no tienen la hombría suficiente para decir ¡somos de derechas! Que se vayan a sus casas y se dediquen a trabajar que es un menester muy honroso; para cobardones, ya hubo uno en el PP que destrozó el partido. Que un secretario general (lo escribo con minúsculas por no decir “secretarillo”) le haga la pasta gorda al PSOE y a Podemos, diciendo que su partido, el que en Madrid ha arrasado en las urnas, se hundió por la corrupción, que ellos (supongo que los mindunguis de ahora) no hubieran permitido, es para que el Presidente, si lo fuera, que obviamente es un mandao, lo mandara a paseo.
Poco tardaron las televisiones pesebreras en sacar a colación tal declaración que implica un desatino lamentable de quien no está capacitado para un puesto de tal responsabilidad. Un partido que ha arrasado, como jamás lo hizo otro en las urnas, en toda la historia democrática de España, se ve de nuevo, manchado por la corrupción que desde su mismo seno se denuncia. Sinceramente, no sé qué pretenden desde Génova, pero algo huele a podrido; jamás la izquierda haría una barbaridad equivalente, es más, defienden a los suyos, cual el infiel amante aleccionaba a su ayudante, diciéndole aun ante la evidencia, ¡siempre negar! Pero para eso hay que ser valientes y como mínimo compañeros; y éstos mindunguis de momento ni lo son, ni lo serán.
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