Todas las palabras que manejamos habitualmente tienen autoría, alguien las creó en un momento dado, hicieron fortuna y llegaron finalmente al diccionario. Pero de muy pocas conocemos su autor. Hace 16 años, Carolina Alguacil inventó el neologismo “mileurista” para nombrar a los jóvenes como ella que, a pesar de su sobrada preparación y tras un peregrinaje laboral en trabajos no remunerados, lograban encadenar algunos contratos temporales mal pagados antes de lograr una fijeza remunerada con 1.000 euros. El mileurista se convirtió en el paradigma de la precariedad.
Desde entonces han pasado tres lustros en los que, con altibajos, nuestro país no ha parado de crecer en lo económico. Sin embargo, muchos jóvenes, como Carolina Alguacil entonces, siguen instalados en el mileurismo. Con la diferencia de que para ellos llegar a tener un empleo estable con ese sueldo es una aspiración. Así estamos...
En este marco, Gobierno, patronal y sindicatos llevan semanas discutiendo la actualización del Salario Mínimo Interprofesional. Se manejaba un arco entre los 12 y los 19 euros. Los empresarios se niegan a cualquier incremento hasta que la recuperación económica sea firme. Al final el Gobierno ha decidido, con el apoyo de los sindicatos, subirlo 15 euros, hasta los 965, para seguir la senda de incremento que conduciría a los 1065 en 2023. Este objetivo no es un capricho de un ejecutivo socialcomunista, sino que sigue las recomendaciones de la OIT que sitúa esa cantidad en el 60% del salario medio de cada país.
Cuesta mucho pensar que para cualquier empresa un incremento como este ponga en riesgo su salud económica. Y también es inimaginable que el trabajador que lo reciba, emplee esa modesta subida en hacer grandes inversiones, llevársela a paraísos fiscales o en acumularla para mejorar la herencia de sus hijos, entre otras cosas porque la mejora contemplada no llega al IPC previsto para este año. Así que ni siquiera será un desahogo, sencillamente evitará que el ahogo que ya muchos sufren no sea mayor. El Salario Mínimo Interprofesional no es solo una magnitud económica, es un compromiso ético de una sociedad que intenta fijar una retribución mínima que no pise las fronteras de la indignidad. Porque ninguna recuperación económica será digna si se construye sobre la precariedad de muchos de sus ciudadanos.
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