Pues sí, tenía dudas sobre el contenido de este artículo. Me preguntaba qué es más importante: reiterar que Carles Puigdemont se ha convertido en una mala caricatura o reflexionar sobre el resultado de las elecciones en Alemania.
En lo que se refiere a Puigdemont la verdad es que el personaje me inspira poco. Es evidente que aquí en España hasta los suyos le tienen por descontado, y que a sus amigos de Esquerra les conviene que no regrese a Cataluña a enredar. Es más, yo diría que a quienes más sobresalta Puigdemont es a los de Esquerra, porque ya digo que el resto de los españoles hemos ido perdiendo interés en él. Claro que tampoco podemos olvidar que más allá de la suerte que pueda correr este peculiar ex Presidente de la Generalitat, lo verdaderamente irritante es como los gobiernos europeos supuestamente amigos no dejan de ningunear a nuestro sistema judicial, o sea, a nuestro país.
Pero de todo esto ya se ha escrito hasta la saciedad mientras que el resultado de las elecciones en Alemania sin duda da para reflexionar sobre el futuro de nuestra Vieja Europa.
Y es que en esta sociedad cada vez más globalizada se percibe con creciente intensidad que el resultado de unas elecciones en cualquier país de la UE tiene inmediatas repercusiones en el resto. En realidad siempre ha sido así, aquí y en todas partes, solo que ahora se nota más.
Una Alemania gobernada por el socialdemócrata Olaf Scholf no es lo mismo que si la gobierna el democristiano Armin Laschet y, por tanto, ese acento distinto marcará la pauta de la Unión Europea para los próximos años.
Pero lo sorprendente de estas elecciones no es que las haya ganado Scholf por la mínima sino que las ha perdido la CDU, el partido de Angela Merkel, pero el liderazgo de la ex canciller continúa intacto y la siguen prefiriendo como líder del país de entre todos los políticos.
O sea, que más allá de las siglas de los partidos, el líder suma o resta votos y Angela Merkel los sumaba mientras que su sucesor Armin Laschet no cuenta con el mismo tirón ni confianza que la ex canciller.
Pero en realidad el hombre clave de la nueva situación no es ni Scholf ni Laschet, sino el liberal Christian Lindner que se va a dejar querer por los dos anteriores, o mejor dicho dará sus votos a quién le de más. En cualquier caso Lindner gana porque si hay alguien que tiene seguro un puesto en el próximo gobierno es él, ya sea con Scholf o con Laschet como canciller.
Y mientras Puigdemont hace el ridículo, tanto España como el resto de Europa está pendiente de cuál será el color del próximo gobierno en Alemania. Esto sí que es serio, porque lo de Puigdemont es solo una mala comedia que se está quedando sin espectadores.
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