Milagritos

“Hace años fui a la consulta de un tipo que suministraba flores de Bach“

Alberto Gutiérrez
07:00 • 02 oct. 2021

El esoterismo se ha multiplicado en estos últimos tiempos. En otras épocas era algo clandestino, pero el mundo ha cambiado mucho. Han proliferado los milagreros y los milagros de nuevo cuño, antes vinculados a las esferas cardenalicias. Los niños visionaban vírgenes de noche en el campo, pero dejaron de hacerlo, sabe Dios por qué. Los milagros abandonaron los valles de lágrimas y hoy forman parte de las nuevas religiones civiles, subordinadas a creencias dispares.  



Solo tienes que creer, afirman los defensores de estas disciplinas con las que algunos tratan de combatir la razón, las vacunas, las evidencias científicas. No estoy en contra de estos complementos vitamínicos. Alguna vez he acudido a ellos, pues proporcionan alivio, paz y reducen ansiedades. Pero no son sustitutivos de la ciencia.



Hace años fui a la consulta de un tipo que suministraba flores de Bach y antes de dártelas cerraba los ojos y apretaba muy concentrado los botes dizque para bendecir los líquidos. No sabías si se estaba a punto de salir disparado a la taza del váter o si de buenas a primeras iba a levitar. Le faltó darme un poco de ayahuasca y pasarme por debajo de la mesa un sapo para chuparlo, como aquel chamán del altiplano andino de Ecuador que no me dio nada, pero casi: echamos unas risas entonces, recuerdo.



En aquella época, a causa de unos dolores estomacales, también acudí a una especie de médica naturista que tenía una extraña máquina ungida de propiedades milagrosas. La exótica mujer introducía en él unos tubitos de cristal con diferentes alimentos dentro. En una mano tú sostenías un rodillo de aluminio para ver si ese alimento te daba alergia o no, según marcaba la aguja del artilugio. Todo lo bueno, decía el chisme, disparaba mi intolerancia alimentaria. Apenas podía comer brócoli, pechuga de pollo y tofu. Naturalmente, no volví nunca más y mi salud mejoró.



He tenido otras experiencias místicas. Como cuando estuve accidentalmente en la presentación de un libro sobre misterios y espíritus y vi gente extrañísima, ojerosa y lánguida, como recién salida del videoclip Thriller, de Michael Jackson. Apostaría a que la gran mayoría de ellos creía que la Tierra es plana y que Bill Gates implantaría un microchip en unas vacunas para tener controlada a la población mundial desde su despacho de Microsoft, una vez llegara una pandemia en el futuro. ¿No notan desde hace unos meses un leve pitido procedente de las venas? Es eso, el chip campeador. 



En otra ocasión conocí a un terraplanista real, lo cual supone caviar ruso para un periodista. Sin embargo, mis amigos, que saben de mi curiosidad innata y pertinaz, me previnieron para que no sacara el temita. Al parecer el hombre se enfurecía si alguien le llevaba la contraria. Tuve que contenerme, para mi desgracia. Nunca me lo he perdonado.



El esoterismo ha cuajado entre la gente. Las redes sociales están inundadas en parte de ello, alimentadas con frases de aliento para conseguir lo que deseas. Ya saben: lo sueñas y lo consigues. Es fácil. Lo sorprendente es que en España se haya vacunado el ochenta por ciento de la población. Pero más que sorprendente yo diría que se ha obrado un milagro, naturalmente.





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