Que los españoles vivimos como equilibristas de los platos chinos sobre una cama hinchable no es algo nuevo. Que este país es un putiferio es algo bien sabido.
Ha tenido que venir la diputada independentista Miriam Noguera, que habla español a regañadientes y que lo hace mal a posta, a darle fama efímera a esta palabra extraña pero popular. Este país es tal putiferio que se hace famoso un niño gordete y rural que pronuncia “me encanta” con veintiún vocales como un guiri borracho en Benidorm. Habla mal, y por eso mismo le hacen un libro y sale en un anuncio.
“Putiferio” lo usa la gente principalmente para referirse a una situación de caos, de alboroto y desmadre. Lo que está ocurriendo en la Unión Europea con el golpista Puigdemónt, por ejemplo.
Tras su intervención la joven representante catalana fue amonestada, reprendida y corregida por la presidenta madre superiora del Congreso. Meritxell Batet afirmó severa que el sustantivo ‘putiferio’ es “absolutamente inadecuado” y apeló al “decoro y dignidad de esta casa”. ¡Qué lejana está la izquierda que conocimos de jóvenes, la que provocaba, rompía corsés y tabúes, pecados heredados y metidos en vena de la conciencia a través de la culpa represora!
Hoy los pellizcos de monja los dan jóvenes ninimaoístas que imparten talleres por los institutos y asesoran a las político nini de salario mínimo intergaláctico.
Veo que se estrena ‘Madres paralelas’ de Pedro Almodóvar y mi mente se pone a cantar sola:
“Sí, Voy a ser mamaaaaá
Voy a tener un bebeeeeé
Lo vestiré de mujeeeer
Lo incrustaré en la pared
Le llamaré Lucifer, le enseñaré a criticar,
Le enseñaré a vivir de la prostitución...”.
Nos podemos imaginar y acertaremos qué dirían hoy de esa canción las jóvenes sacerdotisas de esta nueva religión del decoro que se expande como el ántrax. En su nuevo catecismo, la orden del Instituto de las Mujeres describe cómo combatir el pecado de “Acoso Sexual y Acoso por Razón de Sexo en el ámbito laboral” y entre ellos incluye “las conductas no verbales” como las “miradas impúdicas, gestos; cartas o mensajes de correo electrónico o en redes sociales de carácter ofensivo y con claro contenido sexual”. Un protocolo putiferio.
En mi tierna pubertad al final del franquismo nuestro padre nos dijo muy serio a mi hermano y a mi: “El pecado solo está en quien mira”. Y acto seguido nos lanzó sobre la mesa la revista Interviú con Marisol enseñando las tetas. Francisco Iglesias nos quería decir todo lo contrario que la castradora ministra, que no hay pecado ni fuera ni en el mirar. Y como buen hijo adolescente le hice mucho caso y me aboné a observar en la oscuridad del cine y sin culpa alguna a Edwidge Fenech y a toda actriz voluptuosa que honrara la sagrada palabra ‘destape’.
No se le escapa una a la censora Montero y su congregación contra la impudicia del ojo e incluye redes sociales. Whatsapp, Facebook e Instagram son los mayores antros de pecado de nuestros días. Su sátiro dueño creó este engendro digital como si Alvaro Vitali protagonizara una serie interpretando a un nerd informático. La mayor caída de estos foros de perversión parece una profecia de lo que está por venir. Nos perseguirán hasta en el infierno.
Si este distópico protocolo antimiradas de Montero sale adelante ya no se podrá cantar con inocencia “Tenemos chica nueva en la oficiiiiinaaaa.... se llama Farala y es divinaaaa”. ¿Y el anuncio de Coca Cola light de 1994? Sí, ese del obrero buenorro que revoluciona a todo el personal femenino que a las 11 y media babeaba sobre las ventanas de la oficina. Pocos han denunciado este proyecto puritano. Bueno, solo VOX. Lo dicho, un putiferio.
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