Yolanda Díaz es una figura emergente, y Podemos un partido en declive. Teniendo en cuenta que las relaciones desiguales siempre terminan igualándose por abajo, que la política gallega lo sabe y que no le puede emocionar gran cosa la perspectiva, cabe inferir, sin necesidad de mayores dotes adivinatorias, que dicha relación pudiera tener sus días contados, por mucho que la vicepresidenta segunda del Gobierno figure nominalmente como la actual lideresa de la formación morada.
Pero si Díaz sabe que con Podemos no va a ninguna parte, o, cuando menos, a donde sus sobresalientes cualidades políticas merecerían llevarla, Podemos también lo sabe, o lo teme, y se ha entregado a la labor de idear fórmulas para retenerla, más o menos como el jeque del París St. Germain hace con Mbappé, con la diferencia, eso sí, de que en tanto al club parisino le quedarían unos cuantos "cracks" si se marchara el codiciado siete, a Podemos le quedaría un equipo mediocre, diezmado por las sucesivas y devastadoras purgas habidas en su dirección.
Inscrita en ese plan, ciertamente algo desesperado, de uncir bien uncida a Yolanda Díaz al yugo del partido, aparece la última ocurrencia del reaparecido Iglesias, expresada por Ione Belarra: que Díaz promueva y organice un "frente amplio" de izquierda de cara a próximas elecciones, al estilo, por el nombre, del creado en su día en Chile y Uruguay. Hay quienes ven en esa invitación un intento de resucitar la idea del "sorpasso" de Podemos al PSOE, pero más probable es, a tenor de la realidad, de las circunstancias actuales y de los ideadores de dicho "frente", que lo que se resucitaría es, como mucho, Izquierda Unida.
En el acto de Podemos en que Belarra emplazó a su jefa a liderar ese proyecto sacado de la manga, Yolanda Díaz no estaba. Diríase que en tan alta ocasión la principal concernida, la única concernida en realidad, debería haber estado, pero si no estaba es que ni estaba ni tenía la menor intención de estar, posiblemente por hallarse trabajando, circunstancia que no debe ser ajena al hecho de la alta valoración que los españoles le conceden, la más alta de la que otorgan a los políticos del lugar.
A Podemos no le llega la camisa al cuerpo con la sola idea de que Yolanda Díaz pudiera volar sola, desembarazada de su rémora. Ella es hoy su único activo, la única que a su formación, su inteligencia, sus convicciones sinceras, su capacidad de diálogo, su honradez, su educación y su encanto personal añade el vigor necesario para sumarse, con gran protagonismo, a un proyecto sólido y atractivo de progreso para afrontar los inquietantes momentos que aguardan a España con la amenaza de un rampante Vox.
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