Contra pronóstico, por fin pactan algo

La ministra Ione Belarra acusa a los magistrados de prevaricación y éstos responden indignados

Manuel Campo Vidal
07:00 • 24 oct. 2021

Ya no se podía sostener la eterna negativa a llegar a acuerdos en la política española. De pronto acabó la cerrazón del Partido Popular a renovar organismos del Estado con mandato caducado; aunque quede lo más importante, el Consejo del Poder Judicial. ¿Por qué no un año antes, o tres meses atrás, si ya la Unión Europea había advertido de ese incumplimiento? Es probable que la rebelión de Polonia frente al Tribunal Europeo de Justicia haya urgido a salir del estancamiento. El desafío polaco, ahora apoyado por Hungría y respondido con energía por la presidenta europea Úrsula von der Leyen, tiene que haber presionado a Pablo Casado que, con frecuencia, exhibe sintonía con el autoritario primer ministro húngaro Viktor Orban. Había que bajarse de ese tren de amistades peligrosas para no ser encasillado. Ese es más bien el espacio de Vox. Escuchar el viernes pasado a la eurodiputada popular Isabel Benjumea, en el coloquio Empuéblate, en Toledo, defender con entusiasmo la necesidad y conveniencia de seguir en la Unión Europea, es la mejor barrera frente al euroescepticismo, o anti europeísmo, de la derecha extrema.



Acertó quien pudo asesorar a Pablo Casado para acabar con ese aislamiento que tanto daño hacía al Estado de Derecho y a su propia imagen. Menos oportuno estuvo quien sugirió invitar semanas atrás al expresidente francés Nicolás Sarkozy a la Convención Popular. Le cayó una nueva condena por corrupción a las 24 horas. Dios los vino a ver. Si les pilla la noticia mientras Casado se deshacía en elogios al mandatario visitante, les arruina la reunión.



Tranquilizado momentáneamente ese frente en la política española, aunque sigan las hostilidades verbales -el editor Jesús Polanco las solía definir en privado como “hostilidades”- al Gobierno de Pedro Sánchez se le han abierto las costuras a propósito de la reforma laboral que se prometió derogar; pero ahora menos. Había que tomar partido entre la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, o la segunda, Yolanda Díaz, y Sánchez desde Bruselas -ojo, desde Bruselas- se ha inclinado por  Calviño. Díaz sigue asegurando “la derogación de la reforma, a pesar de las resistencias, que son muchas”. Por si faltaban más discrepancias, la inhabilitación del diputado Alberto Rodríguez de Podemos, por sentencia del Tribunal Supremo, ha generado una querella contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, socialista, por acatar la decisión judicial. La ministra podemita Ione Belarra acusa a los magistrados de prevaricación y éstos responden indignados ante la gravedad de la acusación de esta integrante del Gobierno. La resistencia personal de Pedro Sánchez ante los conflictos, sin duda resultaría más interesante para estudiar en un Congreso de Sofrología que en una Convención política.



Si sumamos a ese nuevo frente de borrasca el aviso de los nacionalistas del PNV, Esquerra Republicana y otros, de que igual no apoyan los Presupuestos Generales del Estado, se dibuja un escenario muy inestable con posibles elecciones anticipadas. Podría razonarse que no serán tan insensatos de forzarlas, porque a día de hoy, de celebrarse, es probable que el actual Gobierno fuera sustituido por otro PP-Vox. Pero la insensatez de la actual clase política española está acreditada. Piensen en Albert Rivera, que cambió su vicepresidencia del Gobierno, casi inevitable y lógica, por la ruina de su partido y la de su propia carrera política. Ciudadanos no levanta cabeza por más que lo intente. Y no olviden que las opciones independentistas crecen con la derecha en el poder. Todo puede suceder.








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