En los enfrentamientos entre algunos miembros del Gobierno --partidarios o reticentes a la derogación de la Reforma Laboral-- hay algo de teatro. Pero a pesar del ruido mediático no parece que las discrepancias de Podemos vayan a provocar la ruptura de la coalición en la que se apoya el Gobierno.
Estamos ante un debate un tanto impostado entre Yolanda Díaz partidaria de liquidar la Reforma y la vicepresidenta Nadia Calviño, contraria a derogarla sin más. Y al fondo está Pedro Sánchez surfeando sobre el asunto. Para entender el posible desenlace hay que recordar un dato esencial: la reforma contó con la bendición de la UE y en Bruselas, como ha venido a recordar el comisario Paolo Gentiloni, no ha cambiado de posición.
El asunto tensa los mimbres de la coalición de Gobierno porque desde la parte morada la vicepresidenta Díaz explora un posible liderazgo en el mundo de la izquierda a la izquierda del PSOE, tal y como explicitó puño en alto en el congreso de CC.OO. Aunque el debate está introduciendo cierto desorden en el sistema que rige las alianzas con las que cuenta el Gobierno de coalición, la sangre no llegará al Manzanares. En el actual estado de "entropía política" entre los socios de Gobierno y sus aliados parlamentarios -ERC, Bildu- y los sindicatos partidarios también de la derogación, el potencial explosivo es limitado y no provocará una ruptura que aparejaría la caída del Gobierno.
Sánchez es un experto en cabalgar sobre sus contradicciones. Da y quita la razón según el auditorio que tiene delante y está esperando que lleguen los fondos europeos: 140.000 millones en varios plazos. Después ya se verá. Lo que dicen los de Podemos no le quita el sueño porque sabe que las dirigentes moradas nunca se han visto en otra como esta y fuera del Gobierno hace frío. A pesar del ruido mediático, este asunto de la reforma laboral a Sánchez no le quita el sueño porque sabe que no habrá ruptura.
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