Hace ya unos cuantos años, cuando ejercía de cronista parlamentaria, solía llegar muy pronto al Congreso y coincidía con un grupo heterogéneo ante el primer café de la mañana.
Un jovencísimo diputado de nombre José Luis Rodríguez Zapatero, Jesús Caldera, que fue ministro de Trabajo en el primer gobierno Zapatero, en ocasiones Rosa Conde; fijos eran Jesús Serrano, director de comunicación de la Cámara Baja, Julian Lacalle, que sería Director General en Moncloa, Martín García Vega, Luis Carlos Ramírez, Paco Bruguera, Manolo Bernardino, José Antonio Blay y siempre dos letrados, Enrique Arnaldo y Ramón Entrenas.
Mientras desayunábamos hablábamos de política y de lo que se terciara e incluso llegamos a compartir semana tras semana un boleto de la “primitiva” con unos números que acordamos previamente y con los que nunca nos tocó ningún premio.
En esos desayunos comencé a tratar a Enrique Arnaldo, letrado de las Cortes, catedrático de Derecho Constitucional, que posteriormente fue miembro del Consejo General del Poder Judicial, y hoy candidato a formar parte del Tribunal Constitucional. Y sí, puedo decir unas cuantas cosas de Enrique Arnaldo, la primera destacar su talante moderado, su bonomía, su buen carácter y sobre todo en cualquiera de las discusiones en las que nos enzarzábamos, su empeño en buscar puntos de encuentro. También su paciencia y buena disposición cuando cualquiera de nosotros le pedía alguna interpretación jurídica sobre algún asunto en discusión. Y si no que le pregunten al ex Presidente Rodríguez Zapatero.
Pero desde que el PP y el PSOE han incluido su nombre entre los candidatos a ocupar plaza en el Tribunal Constitucional, para Enrique Arnaldo se han abierto poco menos que las puertas del infierno. Desde medios afines al Gobierno se ha desencadenado una campaña de desprestigio y le vienen señalando y presentándole poco menos que como un peligro público. Le acusan de ser amigo de Pablo Casado y de haber participado en alguno de los coloquios y mesas redondas que organiza la FAES, vinculada como todo el mundo sabe al PP. Eso ya de por sí parece que le descalifica para cualquier cosa.
Ignoro si es o no amigo de Pablo Casado, pero es evidente que los candidatos propuestos por el PSOE no deben de ser enemigos del Gobierno sino todo lo contrario, y puede que además los dos candidatos de la izquierda tengan incluso buenos amigos en el Gobierno, lo que en mi opinión no les haría menos independientes y honorables.
También señalan a Enrique Arnaldo por haber tenido tratos profesionales (no olvidemos que es abogado) con Jaume Matas e Ignacio González, dos dirigentes del PP que están procesados.
Es de suponer que todas las personas que hayan trabajado o mantenido una relación profesional o personal con esos dos ex dirigentes populares no tienen por qué resultar contaminados por lo que estos hayan hecho. Sería terrible que así fuera.
Sin embargo, la cacería contra Enrique Arnaldo está resultando implacable por parte de quienes se alzan en adalides de la moral política pública.
Los mismos que extienden el dedo acusador contra Enrique Arnaldo son los que callan cuando aquellos partidos con los que comulgan ideológicamente adoptan decisiones cuanto menos criticables.
La polarización política que estamos viviendo empieza a provocar un clima irrespirable.
Me hago la pregunta en voz alta y se la hago a quienes participan en la “caza” de Enrique Arnaldo: “¿Es menos independiente Enrique Arnaldo que los futuros miembros del Tribunal Constitucional propuestos por el PSOE y Podemos, los magistrados Inmaculada Montalbán y Juan Ramón Sáez? ¿Es que estos dos últimos son seres inmaculados por ser propuestos por PSOE y Podemos mientras que los candidatos propuestos del PP llegan con un pecado original que no es otro que ese, ser propuestos por el PP?
Si me lo permiten les diré que me repugnan las “cacerías” y sin duda hay quienes han decidido dar “caza” desprestigiando a Enrique Arnaldo. Espero que no se deje.
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