“No se puede servir a dos señores porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro”. Jesús de Nazareth pronunció esas palabras, pero no contaba con Pedro Sánchez, que es capaz de hacer eso y mucho más, para que no estalle el volcán de La Moncloa.
Bruselas ha marcado condiciones expresas para la reforma laboral -también para la de las pensiones- que se contradicen rotundamente con lo que exige Podemos, el socio de Sánchez y con lo que éste y Pablo Iglesias firmaron en el acuerdo de gobierno. Bruselas reclama que haya acuerdo con los interlocutores sociales y que se flexibilice el mercado garantizando el equilibrio entre la seguridad de los trabajadores y el dinamismo económico. Es decir, nada de derogar la reforma laboral de Rajoy si España no quiere perder los fondos europeos, el “maná” de la recuperación.
Sánchez ha asegurado que el PSOE es “el partido de los avances sociales y las conquistas laborales” -es decir, “vamos a derogar la reforma de Rajoy”-; ha garantizado a Bruselas que no se hará nada sin contar con la CEOE -es decir, “no vamos a derogarla”-; ha permitido que Podemos convoque el comité de crisis entre los dos partidos y que se salga de la reunión sin acuerdos; ha puesto a Calviño a dirigir las negociaciones -“tranquilos, la reforma será suave”-; se la ha envainado y ha aceptado la imposición de Podemos de que la llave la siga teniendo Yolanda Díaz -es decir, “habrá contrarreforma y será dura”-. Y mañana puede decir cualquier otra cosa.
Podemos está forzando la situación porque sabe que si no gana esta batalla las va a perder todas, y Sánchez sabe que no es todavía el momento de soltar lastre -que lo hará cuando le convenga- porque la ruptura le abocaría a una convocatoria electoral.
Una reforma laboral contra los empresarios -y contra Bruselas-, que es lo que quiere Podemos, puede ser un torpedo en la línea de flotación del Gobierno, aparte de ser un error de oportunidad. En un momento en el que el Banco de España y otros organismos empiezan a rebajar significativamente la previsión de crecimiento del PIB, el empecinamiento de Yolanda Díaz y de Podemos en derogar la reforma laboral, con o sin consenso político y sin contar con quienes crean empleo, pone en grave riesgo las ayudas europeas y la salida de la crisis.
Hay muchos problemas mucho más urgentes después del tsunami que ha traído la pandemia, después de los ERTE y después del cierre de miles de empresas que no han podido sobrevivir y de los problemas que van a tener otras muchas para devolver los créditos que han recibido. Hay muchas cosas que mejorar en el mercado laboral, sin duda, pero eso no pasa por hacerlo más rígido, más dependiente del Estado, más intervenido, con una creciente inseguridad jurídica y un aumento del desempleo a medio plazo. Y por hacerlo sin consenso de todos los interlocutores sociales.
Seguimos teniendo el paro mayor de Europa y, sin embargo, no se encuentran trabajadores para miles de puestos de trabajo que ni siquiera pueden ser cubiertos, en muchos casos, por la inmigración. ¿Puede Sánchez servir a dos señores, engañar a los dos y hacer que eso redunde en su beneficio? Claro que puede. No ha hecho otra cosa desde que gobierna, pero, seguramente, eso no le va a durar toda la vida. No se puede ser socialdemócrata por la mañana y de extrema izquierda por la tarde. Bueno, poderse sí se puede. Pero no es lo mejor para el país.
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