Me cuenta un profesor de Ciencias Políticas, con años de docencia a sus espaldas, cómo han cambiado los intereses y las preocupaciones de los estudiantes en los últimos años.
En primer lugar, y el asunto no es tan viejo, el protagonismo que han adquirido las mujeres en las aulas. “Ahora —dice—, quienes llevan la voz cantante, hacen más preguntas e intervienen más son las chicas, frente a un segundo plano de los varones”.
Pero lo más llamativo, con todo, son los temas que concitan la atención de los alumnos. “Frente a los asuntos sociales y colectivos de antes, como partidos políticos y sindicatos, por ejemplo, lo que ahora ocupa y preocupa a los estudiantes son las cuestiones personales o de futuro colectivo, desde la identidad de género y el lenguaje inclusivo hasta el cambio climático”.
Eso no es un cambio, sino una mutación, me digo. En menos de una generación estamos hablando de cosas que antes no se planteaban porque ni siquiera existían en el imaginario de la sociedad. Lo que sí me pregunto es que resulta anterior a qué, si el huevo o la gallina. Es decir: ¿son esos temas los que surgen espontáneamente cambiando los hábitos sociales o, más bien, es el adoctrinamiento machacón el que lleva a manifestar unos temas novedosos como los más importantes de la sociedad?
Me temo que, al menos yo, no tengo respuesta ante ese dilema. Lo cierto es que la sociedad ha cambiado y los jóvenes son el escaparate de esa mutación. Lo importante es saber si esa transformación es genuina y representa a los valores de hoy día, o si la hemos creado a fortiori poniendo la ideología antes que la realidad.
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