En China aterrorizan a la población con un inminente desabastecimiento de comestibles, en Austria y en Alemania con un apagón general, y aquí con las pensiones, esto es, con la supuesta inviabilidad del sistema, mediante el cual, por ejemplo, el que se ha deslomado trabajando toda la vida y aportando su cuota al común, recibe en la vejez, cuando ya no puede deslomarse ni aportar, un dinero para no morirse antes de tiempo, de hambre. El caso, según parece, es aterrorizar.
El vigente sistema de pensiones es, sin duda, mejorable, pero de ningún modo, como algunos pretenden, liquidable. Es cierto que las pensiones de jubilación no son el resultado de lo que el trabajador fue ahorrando durante su vida laboral activa, en una libreta imaginaria, con sus aportaciones a la Seguridad Social, sino de lo que van aportando los que siguen activos, como el jubilado hizo en su día en beneficio de los que le precedieron, pero más cierto es que, alimentadas por esa fuente de ingresos, o por los Presupuestos Generales del Estado, o por la creación de impuestos específicos, las pensiones son sagradas, y, por tal condición, intocables. Bueno, se pueden tocar para subirlas, para adecuarlas al incremento del coste de la vida, para situarlas en un superior nivel de decoro y dignidad, pero ya está, ahí debe acabar el toqueteo.
Pero el actual sistema no se nutre solo de las cuotas que se van pagando a la Seguridad Social, sino que dispone de una reserva, de una hucha, para hacer frente a contingencias salvaguardando el pago de las prestaciones. En 2011 esa hucha contenía nada menos que 66.000 millones de euros, pero el gobierno de Rajoy, que tenía la mano muy larga, rompió el cerdito y no dejó más que la calderilla de 2.000 millones, que es lo que tiene ahora y que sirve de excusa para el catastrofismo de los agoreros, quienes, por cierto, no dijeron ni mu cuando se expolió la hucha de las pensiones y se desvió su contenido a otras cosas.
Nadie ignora que acechando se halla la generación llamada del “baby-boom”, la próxima a jubilarse, y que, como son muchos, preocupa que el dinero no llegue. Lo lógico y natural en un régimen democrático, civilizado y garantista es, cuando preocupa algo, buscar soluciones positivas, y la única que reclama el sistema de pensiones solo puede pasar por su mejoramiento para el pensionista, nunca por su menoscabo.
El ministro del ramo, señor Escrivá, cree haber encontrado una solución para reparar la hucha en el incremento de las cuotas en un 0,5 %, que para los mileuristas vendrían a ser unos 5 euros mensuales. Dos cañas en terraza según en qué sitio. Le han puesto verde y obligado a recular, pero quienes deberían hacerlo son los asociales que se la tienen jurada a las pensiones públicas.
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