Hay quien se escandaliza por que Pedro Sánchez paga a precio de oro los votos de los partidos independentistas para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado.
En realidad el Congreso, en ocasiones, tiene algo de “mercado persa”, es decir, cuando el Gobierno de turno quiere sacar cual o tal ley, si no tiene mayoría absoluta, se ve abocado a pactar, y naturalmente un pacto supone un “te doy y tú me das”. Es decir los votos de quienes apoyan al Gobierno no son gratis, sino que los partidos que le apoyan defienden intereses concretos, que en ocasiones poco tienen que ver con el interés general y sí con el local y partidista.
De manera que en el presente al igual que sucedió en el pasado tanto con gobiernos del PSOE como del PP, el PNV, como antaño Convergencia y ahora Junts per Cataluña o Esquerra y no digamos Bildu, dan su voto para la aprobación de los Presupuestos a cambio de lo que conviene a cada uno.
Yo todavía recuerdo una entrevista que hace años le hice a Xabier Arzallus en vísperas de aprobar unos Presupuestos, y en la que me dijo que había conseguido más con José María Aznar en una tarde que con Felipe González durante sus años de gobierno.
Otra cosa es que al común de los mortales nos parezcan excesivos los precios que cobran los partidos nacionalistas por prestar su apoyo al gobierno de turno. Y sí, sin duda, Pedro Sánchez se muestra más que generoso con los independentistas.
La pregunta es si después de que se aprueben los Presupuestos Pedro Sánchez puede soltar amarras con los partidos independentistas y continuar como hasta ahora.
Los optimistas piensan que como las elecciones generales se celebrarán en el 2023, que es cuando toca, en realidad ya no necesita a nadie para aprobar los siguientes Presupuestos porque simplemente en el 2022 se puede permitir prorrogarlos. Tienen parte de razón pero su optimismo debe de ser matizado, porque si bien ya no necesitará a los partidos independentistas para aprobar las cuentas del Estado, sí puede necesitar sus votos para los asuntos de la gobernación diaria, es decir, para aprobar otras muchas leyes.
Por tanto será difícil que Pedro Sánchez pueda marcar distancia con sus actuales socios por más que le convenga hacerlo si quiere convencer a los votantes de centro para que confíen en él.
Claro que dos años dan para mucho y en la política como en la vida no hay una foto fija y Sánchez ha demostrado un instinto de supervivencia digno de estudio.
Sánchez vive al día, va partido a partido, de manera que por ahora con la próxima aprobación de los Presupuestos se garantiza un largo periodo de alivio, que no es poco.
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