¿Queremos sintetizar en una sola crónica la radiografía de las miserias de nuestra vida política? Podríamos lograrlo fijándonos, por ejemplo, en lo que algunos llaman ya ‘el caso Arnaldo’, el jurista designado, en virtud de los opacos acuerdos entre PSOE y PP, nuevo magistrado del Tribunal Constitucional. La cosa puede quedar en apenas un sonrojo. Pero puede ir a más, a bastante más. Me explico:
Porque ahora Arnaldo está en cuestión al haberse descubierto sus excesivas, ejem, ‘afinidades’, incluso económicas, con el principal partido de la oposición, lo que compromete una independencia política en la que, la verdad, ya nadie creía. El asunto puede estallar el jueves, cuando los parlamentarios refrenden en voto secreto lo que la comisión de nombramientos del Congreso dejó pasar, aunque en medio de variadas críticas: la lista de los cuatro nombres para renovar el TC. ¿Y si ese voto secreto no hace definitiva la designación de Arnaldo y/o de sus otros tres compañeros? ¿Qué ocurriría entonces? Pues entonces podría suceder que...
Algunos miembros de la comisión parlamentaria de nombramientos ya dejaron oír ciertas quejas, con sordina, sobre la idoneidad de Arnaldo (y de alguno de los otros tres) para ocupar uno de los puestos nada menos que en el Tribunal Constitucional. Las protestas de otros grupos se evidenciaron en sus silencios. Porque hasta desdeñaron acudir a la sesión de la comisión en la que los diputados de PSOE y PP --¡¡y Podemos!!-- fueron los únicos que, lógicamente, apoyaron los cuatro nombres surgidos de un pacto entre los dos partidos mayoritarios para ‘repartirse’ los puestos a renovar en el alto e importante Tribunal. Cuyo funcionamiento, por cierto, como dijo en privado un parlamentario del PNV, es “claramente mejorable”.
Solamente Odón Elorza, el ex alcalde socialista de San Sebastián que apoyó decisivamente a Pedro Sánchez en sus peores momentos tras haber sido este ‘defenestrado’ de Ferraz, se atrevió a expresar los ataques más descarnados contra la trayectoria del ‘pactado’ Arnaldo. Cierto que Elorza ha actuado en varias ocasiones como un ‘verso suelto’ respecto de las instrucciones ‘superiores’, ciegamente aceptadas por la ‘sabia disciplina’ de los demás en su grupo: fue uno de los quince diputados socialistas que votó ‘no’ a la investidura de Rajoy cuando la consigna oficial en el grupo era abstenerse. Y sospecho que no va a ser él precisamente el designado para defender ante el pleno de la Cámara Baja, el jueves, la conveniencia del acuerdo del TC pactado entre sombras con el PP.
Esa disciplina se va a poner a prueba: ¿seguro que apoyarán todos los diputados socialistas este jueves los cuatro nombres propuestos en virtud del pacto PSOE-PP? La dirección del grupo, ahora representada por el nuevo portavoz, Héctor Gómez, no cree en defecciones; algún parlamentario ha dejado entender, sin embargo, que prefiere seguir su conciencia --sobre todo, claro, si este seguimiento es anónimo-- a las directrices ‘de arriba’. Lo mismo le he escuchado a un parlamentario ‘popular’, descontento igualmente a cuenta de que la dirección de su partido se haya embarrado en el ‘caso Arnaldo’. Veremos, aunque, personalmente, me inclino por pensar que, de haberlas, las sorpresas serán pocas. Mínimas, tal vez ninguna, ni siquiera la del señor Elorza. El que se mueve, ya se sabe, no sale en la foto.
En todo caso, este ‘affaire’ no solo pone en cuestión la ética de los pactos --lamentablemente tan escasos, por lo demás-- entre los dos partidos mayoritarios y, por extensión, de casi todos los pactos, sin luz ni taquígrafos, habidos hasta ahora; es que, de rebote, pone en peligro el incipiente acuerdo entre socialistas y ‘populares’, sustanciado en la negociación entre Félix Bolaños y Teodoro García Egea, para una eventual renovación del Consejo del Poder Judicial. Un acuerdo que, de producirse, no podría hacerlo con la misma evidencia de ‘maniobrerismo’ y de partidismo de los nuevos magistrados elegidos, tal y como se ha puesto clamorosamente de manifiesto en el caso de un Tribunal Constitucional que sale muy tocado de este asunto.
Nada me gustan los linchamientos: ni presumo culpabilidades en Enrique Arnaldo, a quien personalmente conozco y aprecio, ni soy quién para absolverlo o condenarlo; solamente afirmo que la pureza de nuestras instituciones y la propia labor de los miembros del Judicial, y también del Legislativo, se ha puesto severamente en cuestión. Y, si le digo la verdad, a uno, que ama tener una democracia lo más limpia posible, le gustaría pensar que el efecto puesto en marcha por el ‘verso suelto’ Elorza se mostrará el jueves en la votación de Sus Señorías. Aunque, siguiendo con la verdad, personalmente lo dudo bastante: así de encanallada está nuestra vida política.
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