Una noticia dura lo que tarda otra en sustituir a la primera.
Por eso somos tan olvidadizos, porque nuestra mente está ocupada en lo reciente y no le damos espacio ni tiempo para recordar lo pretérito. Así que, ¿quién se acuerda del terremoto de Lorca, hace diez años, como no sean los directamente afectados, muchos de los cuales no han recuperado totalmente sus vidas anteriores? ¿Y de las inundaciones de Mallorca, hace tres años? ¿O, más recientemente aún, de la tormenta Filomena de hace sólo diez meses?
Sucederá lo mismo con las erupciones volcánicas en la isla de La Palma, no lo dudemos. Sólo hay que dar tiempo al tiempo y ver cómo otros acontecimientos novedosos sustituyen en nuestra atención a las tragedias de hoy.
Eso es válido no sólo a los sucesos naturales, sino también a los hechos sociales y políticos, que en seguida dejan de concitar nuestro interés, por muy importantes o impactantes que hayan sido. ¿Qué queda, por ejemplo, de los indultos del 1-O, que tanto escándalo provocaron en su momento?
Cualquier día ocurrirá lo mismo con los acontecimientos actuales, como la subida de la luz, la bronca gubernamental sobre la reforma laboral o los recortes de suministros. Por eso, no hay que confiar en que nuestro comportamiento de mañana esté condicionado por los hechos de hoy día. Y, ciñéndonos al terreno de la política, ese es el error mayúsculo del Partido Popular, que cree que los desaguisados gubernamentales presentes le darán votos en unas hipotéticas elecciones futuras, sin caer en la cuenta de que entonces serán otros muy distintos los acontecimientos que guiarán la conducta de los electores.
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