Este jueves se produjo en el Congreso la votación que ha dado el visto bueno al acuerdo PP-PSOE para el Tribunal Constitucional. Resulta sorprendente y lamentable que, pudiéndose hacer las cosas bien, se han hecho de la peor manera posible. El debate ha sido intenso y, desde luego, más que justificado. El resultado del acuerdo es casi vergonzoso.
Sin embargo, creo que este asunto, por importante que sea, que lo es, para la altura que debería tener nuestra democracia, no es un asunto que acapare ni la atención ni la preocupación de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Lo que de verdad importa son aquellos asuntos que afectan a la vida diaria de todos y cada uno de nosotros. Importa y preocupa el alza meteórica de los precios de la cesta de la compra, la subida de la tarifa eléctrica, que no tiene visos de volver a lo que estábamos acostumbrados. Importa que el hijo no encuentre trabajo y que multitud de familias españolas no lleguen a fin de mes.
Lo que de verdad importa es comprobar cómo continúan las colas del hambre y saber que son cientos de miles de niños y niñas españoles los que viven en el umbral de la pobreza y para quienes cualquier capricho de esos que adornan la infancia son territorio inalcanzable.
Importa y duele que hombres y mujeres de apenas cincuenta años se sientan arrinconados por un sistema que ha hecho de la juventud un valor en sí mismo. Importa y duele que entre estos jóvenes el suicidio sea una causa de muerte destacable y terrible. La juventud está de moda y es la juventud el sector de la sociedad que acumula mayores datos de frustración.
Importa la incertidumbre. Todo o casi todos son planes para el futuro y en algunos casos de un futuro lejano, demasiado lejano como para que tenga la fuerza de infundir esperanza en el presente que es lo que hay que salvar. Es probable que en esta falta de esperanza, en este escepticismo ante ese futuro que algunos dibujan como idílico, encuentren acomodo las voces de aquellos que difunden el pánico ante un posible apagón sin que se de, hoy por hoy, ni una sola circunstancia que avale esa hipótesis.
Importa que cuando habíamos creído que el COVID era algo casi del pasado, está aquí otra vez. Ya se ha adueñado de algunos países muy próximos al nuestro y ya sabemos como este virus tiene una especial inteligencia para condicionar nuestras vidas. No pasarán muchos días sin que se empiecen a deslizar mensajes que nos dirán, en esta ocasión con razón, que las Navidades seguirán siendo diferentes a cuando nos creíamos a salvo de todos los males. Poco a poco vamos descubriendo que no estamos a salvo de nada.
Lo que de verdad importa es todo esto y algunas cosas más y dese nuestras instituciones, desde nuestro Parlamento en más de una ocasión y sin que nadie se salve, están a otra cosa que les aleja de las preocupaciones reales de los ciudadanos, a quienes, con el paso de los días, cada día les importa más lo que de verdad importa.
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